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Sufrir o divertirse




Después de más de cien partidos, decenas de miles de canastas, tapones o rebotes; tras más de millones de kilómetros de avión y de autobús, la NBA se va a decidir en una sola noche, en cuarenta y ocho minutos, ante una audiencia de escala planetaria y, eso sí, tras al menos una decena de tiempos muertos. Como titulan los diarios de todo el país, bastará un séptimo partido en el Oracle Arena para saber si hemos asistido a la mejor temporada de la historia (o si Curry es, en esencia, un fraude que depende de Iguodala y los Warriors un equipo que no sabe distinguir lo prioritario) o al encumbramiento de Lebron como uno de los más grandes de siempre (o a la constatación de su carácter de perdedor).

Ganarán los Warriors, dice la lógica, por lo improbable de perder tres partidos seguidos, más aún siendo un equipo de récord. Por la escasa probabilidad de ceder un segundo partido consecutivo en casa cuando solo han sido derrotados cuatro veces en nueve meses. Por la inexistencia de un solo caso de remontada de un 3 a 1 en el registro de las finales. Porque todos los equipos que rozaron o llegaron a las 70 victorias terminaron cosechando el anillo. Porque teniendo que ganar cuatro partidos seguidos para batir el récord de los Bulls, lo hicieron. Porque teniendo que ganar tres partidos seguidos para seguir vivos ante los Thunder, lo hicieron. Porque ahora solo se trata de ganar un partido. O porque en el fondo somos de Curry, y de Thompson, y de Green, y de este juego que han renovado en su esencia misma y que, aunque sigamos llamándolo baloncesto, sabemos que ya no volverá a ser nunca lo mismo.

Pero pueden ganar los Cavaliers, por supuesto, porque solo se trata de un partido más, de cuarenta y ocho minutos al margen de lo acontecido anteriormente. De un cinco contra cinco, o un doce contra doce, con tres árbitros y unas normas conocidas por todos. A domicilio, sí, igual que el quinto encuentro. Frente a la estadística, sí, un dios tan fantasioso como el resto. Contra la historia que dice que Cleveland no celebra el campeonato de una liga profesional desde hace medio siglo, sí, como España nunca había ganado un mundial hasta el gol de Iniesta.

Es decir, puede pasar de todo, pero quizá debamos atender a una serie de claves para interpretar mejor, aunque sea a posteriori, lo que haya ocurrido.

1. La “performance” de los secundarios. Aunque sepamos que los focos no se posarán sobre ellos, la actuación de Harrison Barnes, minimizando el impacto de Lebron y anotando los lanzamientos abiertos, y de Tristan Thompson, dominando el rebote defensivo y concediendo segundas oportunidades en la zona rival, serán determinantes. También la de Iguodala o Richard Jefferson. Quizá la de Love, pero esto resulta más complicado de creer. Y por supuesto la de Green, aunque con esta contemos sí o sí.

2. El primer cuarto. En tres ocasiones han terminado los Warriors por debajo de los veinte puntos el primer cuarto. Aunque expertos en remontada, los de la Bahía no quisieran verse apretados desde el inicio, ante su público y ante la visión de una oportunidad histórica que se escapa. El sentimiento de urgencia debe dejarse notar desde el inicio y los tiros no pueden esperar para entrar.

3. La regularidad que puedan alcanzar Irving y Thompson en cada equipo. Un acceso de fiebre anotadora por parte de cualquiera de estos dos jugadores puede conducir a un parcial difícil de atajar por el equipo contrario. Los Cavs tratarán de provocar cambios defensivos para que su base quede custodiado por un Curry que se ha mostrado endeble (muy endeble) en defensa. Los Warriors, por su parte, intentarán procurarle a su escolta tiros liberados tras rebote ofensivo, juego roto, sistemas o, mejor aún, en transición.

4. Sufrir o divertirse. Este es el dilema que afronta Curry antes del séptimo partido. De que el número 30 de los Warriors sufra o se divierta dependen en gran medida las opciones del equipo. Si se encuentra incómodo en defensa, comete faltas tontas y se sale mentalmente del encuentro, el escenario se presenta lúgubre para los locales. Sin embargo, si consigue robar un par de balones, pasar los bloqueos sin falta o cambio defensivo y entrar en ritmo anotador, Curry se divertirá y con él todos los que hoy desean que ganen los californianos.

5. ¿Humano? Del éxito de los Warriors, y de las circunstancias, en hacer parecer mortal a Lebron dependerá en gran medida que este pueda conducir, o no, a su equipo al anillo. Si anota, asiste, intimida, rebotea y domina mentalmente el encuentro, la NBA tendrá un merecido rey; si no votado, sí al menos bendecido por todos los aficionados. Nos guste más o menos su estética. Aceptemos mejor o peor su tiranía.




UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

San francisco, ciudad de cine




No hay duda. Ahora no, quiero decir. Porque las hubo, y muchas, tras el doble varapalo sufrido por los Golden State Warriors en sus dos primeras visitas a Oklahoma City. De ellas regresaron magullados, sintiéndose pequeños e inofensivos ante un rival cuyo despliegue físico los apabulló. Nadie de los Warriors se asemeja en rapidez y habilidad a Kevin Durant, nadie llega tan alto como Serge Ibaka o Steven Adams y nadie, absolutamente nadie, reúne en un único cuerpo los capítulos del manual del perfecto atleta como Russell Westbrook, exponente máximo del “citius, altius, fortius” olímpico.

Y, sin embargo, los Warriors ya son finalistas de la NBA por segundo año consecutivo y ya se encuentran, al filo de la medianoche en San Francisco, haciendo sentir el Vértigo (Alfred Hitchcock, 1958) a los Cleveland Cavaliers, próximos visitantes del Oracle Arena. Todo bajo la égida de Stephen Curry, un chico con cara de niño que bien pudiera haber representado el papel del jovenzuelo desnortado y mujeriego que interpretara Dustin Hoffman en El graduado (Mike Nichols, 1967). Pero este aparentemente inocente e ingenuo Harry Callahan no actúa solo, como tampoco lo hacía el original interpretado por Clint Eastwood (Harry el sucio. Don Siegel, 1971). Este Harry Callahan también cuenta con su particular Chico González, un Klay Thompson al que su actuación en el sexto partido de la eliminatoria, un “win or go home” a domicilio, le debe reservar un amplio y soleado apartamento en la historia de nuestro deporte.

Pero en esta trama no aparecen únicamente Harry y Chico. En el baloncesto de los Warriors nada funcionaría sin la presencia de Frank Bullit (Bullit. Peter Yates, 1968), un hombre ambicioso al que se le pueden encargar toda suerte de tareas ingratas o complicadas, ya sea la custodia de un testigo protegido o pegarse, literalmente, con un neozelandés, Steven Adams, rescatado de alguna saga fantástica, durante siete partidos. Y si Draymond Green es Frank Bullit, Andre Iguodala debe de ser Sam Spade (El halcón maltés. John Huston, 1941), el detective privado más famoso de la Bahía, un hombre reflexivo, irónico y duro al que solo le preocupa sobrevivir en medio de una maraña de oportunistas cazafortunas. Sobrevivir y, en este caso, hacer sobrevivir a su equipo, pues él, con su defensa a Kevin Durant, ha sido el principal sostén de los Warriors durante los momentos de zozobra que han inundado la eliminatoria.

Mas ni siquiera esta mezcla de grandes policías y detectives podría funcionar sin el hábil Harry Caul (La conversación. Francis Ford Coppola, 1974) a los mandos. Este genio de la seguridad privada se halla provisto de los más sofisticados instrumentos de escucha, sus particulares herramientas para hacer scouting. Y al igual que de su infalibilidad depende la vida de decenas de personas, también de las decisiones de Steve Kerr han dependido las tres victorias consecutivas que le han dado la vuelta a una situación que la hemeroteca y las estadísticas tildaban de “casi imposible”.

Así, con Harry Caul al mando y Harry Callahan en acción; perdón, con Steve kerr al mando y Stephen Curry en acción, los Warriors se han convertido en Los pájaros (Alfred Hitchcock, 1963) que atemorizaban a Tippi Hedren, la rubia que ahora simboliza todos los miedos de aquellos seguidores de los Bulls que aún esperan una derrota de Golden State para poder seguir contándole a hijos, sobrinos, primos o nietos, que la temporada 1995-1996 de Chicago fue la más redonda que hubo nunca, la más perfecta.

Desde aquí, y para concluir, mi modesta recomendación de que disfruten de este Instinto básico (Paul Verhoeven, 1992) en el que se está convirtiendo el trasnochar (o madrugar, en mi caso) para ver a los Warriors. De lo contrario, si la sonrisa de Curry se le atraganta, si no disfruta con sus oleadas en contraataque o con sus tiros circenses, no le quedará otra que acudir a un especialista y preguntar aquello de ¿Qué me pasa, doctor? (Peter Bogdanovich, 1972). Porque en la Bahía de San Francisco, área de cine por excelencia, todos los tranvías llevan al Oracle Arena.




UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

Sobre cómo se fabrica un 73-9




Ayer, en la columna que publico todos los jueves en un diario digital de Salamanca, me pregunté cómo es posible alcanzar un récord como el del 73-9 de los Warriors. 

¿Cómo se ganan 73 (72) partidos en una temporada? ¿Cómo es posible perder solo uno de cada diez jugando cada dos noches ante varios de los mejores equipos del planeta, muchas veces tras haber sobrevolado un país que es más bien un continente? ¿Cómo alcanzar un registro tan importante siendo el equipo más estudiado de la liga y sobre el que todos los focos están puestos a diario? ¿Cómo mantener el nivel de los tanques de la ambición por encima de los del hastío o la autocomplacencia? ¿Cómo se soportan, u obvian, durante ocho meses, las manías del otro para poder trabajar codo con codo con él en la pista, sin que importe que deje la ropa interior tirada por el suelo de la habitación o que mire con lascivia las piernas de tu mujer?


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UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

VEINTE POR CINCO





Los Golden State Warriors pondrán esta noche en juego, una vez más, su imbatibilidad. La visita a Toronto supondrá una buena prueba de fuego. No en vano, los canadienses son uno de los rivales que más cerca han estado de vencer a los chicos de La Bahía. Con todo y con eso, este 20-0 es ya en sí mismo una auténtica hazaña, un inicio soñado en el que el vigente campeón se ha sobrepuesto a la ausencia de su convaleciente entrenador, Steve Kerr, a la pérdida de un suplente de lujo como David Lee y, por encima de todas estas circunstancias, a la autocomplacencia que suele acompañar a aquel que viene de ganarlo todo, de proclamarse “campeón del mundo”.

Aunque es evidente que gran parte del mérito de este record reside en la vuelta de tuerca que ha dado Stephen Curry a sus estadísticas de MVP –con un incremento de ocho puntos de media por partido (32), de cuatro puntos en el porcentaje de tiros de campo (52,4%) y de punto y medio en los lanzamientos de tres (45,9%)–, hoy quiero fijarme en aquellas estadísticas de equipo que explican el abrumador dominio que los Warriors están ejerciendo sobre la competición.

1. Eficiencia en el tiro. Si ridículos son los porcentajes de Stephen Curry, lo mismo se puede decir de los de todo el equipo. El 49,3% supera en dos puntos y medio a los Thunder, segundos en esta estadística. Esto les permite anotar 1,14 puntos por posesión, 0,07 más que los Thunder, también segundos en esta categoría. Si ponderamos el mayor efecto de los lanzamientos de tres en el marcador y lo añadimos a la ecuación en lo que la NBA llama el “Effective Field Goal Percentage”, las cifras son aún más ridículas: 56,7%. Al final, entrenadores, meterla lo es todo.



2. Generosidad. El 69,4% de los tiros anotados por los Golden State Warriors han sido asistidos por un compañero, lo que les lleva, por supuesto, a liderar esta magnitud estadística. Los chicos de Luke Walton también son los mejores si se cotejan las asistencias y las pérdidas. Así, por cada pérdida, los Warriors dan 1,8 asistencias. Ningún equipo da más. Esta estadística se retroalimenta recíprocamente con las estadísticas de tiro y también con las que les sitúan como equipo que más anota en contraataque (21,3 puntos por partido), situación de juego en la que el porcentaje de asistencias es mucho mayor.



3. Defensa. Para un equipo con vocación claramente ofensiva, ser el sexto en eficiencia defensiva es un gran logro. Los 0,97 puntos que concede por posesión son un dato que mejora los 0,98 que consiguió durante toda la temporada anterior. Los perfiles defensivos de Harrison Barnes, Andre Iguodala y Draymond Green, sumados a la reconversión de Bogut y el compromiso defensivo de Klay Thompson, Stephen Curry y todos los jugadores de rotación, les convierten en un equipo temible. Los Warriors son, tras los Knicks, el equipo que mejor defiende el perímetro, concediendo un pírrico 30,1% en los lanzamientos de tres de sus rivales. También es el sexto equipo que fuerza un peor porcentaje en el conjunto de los tiros de sus rivales.



4. Rebote. Comparados con muchos de los equipos a los que se enfrentan, los Warriors no son un equipo excesivamente alto. Aun así, son el sexto equipo que menos rebotes conceden al oponente, 42, estadística con toda seguridad relacionada con el alto porcentaje de tiro, pero que también tiene que ver con un alto nivel de compromiso de todos los jugadores en esta faceta. Además, el elevado número de lanzamientos exteriores practicado por los Warriors, junto con el fantástico despliegue de facultades de un jugador como Draymond Green, les permite coger muchos rebotes ofensivos. De hecho, son el cuarto equipo que más rebotes ofensivos coge por posesión.



5. Ritmo. Los Golden State Warriors son el cuarto equipo que más posesiones ofensivas juega por partido: 101,68. Esto tiene que ver con el promedio de tiempo de cada una de ellas y también con el tipo de defensa que practica, muy orientada a provocar errores y a forzar que los rivales incurran en acciones precipitadas. La profundidad de la plantilla, conseguida gracias a la gestión de los técnicos al priorizar el desarrollo de los jugadores sobre el protagonismo de las estrellas (Curry juega 34 minutos por partido), les permite practicar este baloncesto a lo largo de todo el encuentro.



Cinco facetas con reflejo estadístico que multiplicadas por veinte partidos nos conducen al cien por cien de victorias. Todo eso y mucho, mucho, espectáculo.


UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

Una república llamada baloncesto





El Parlamento unicameral y unipersonal que represento yo mismo junto con mis circunstancias ha decidido proclamar su intención de erigirse en república independiente durante los próximos ocho meses de vida. Durante este tiempo serán desatendidas todas las quejas por mi mal humor tras una derrota de los Celtics o por los gritos proferidos tras un triple de Stephen Curry. En los próximos ocho meses cobraré en sonrisas lo que hasta ahora no he cobrado en dinero. En los próximos ocho meses, tras una inversión monetaria que podría ser considerada mínima, gracias al mejor invento del mundo, el NBA League Pass, podré disfrutar de todos los partidos de la NBA a la hora que me dé la gana y sin interrupciones.

Las suspensiones de Kevin Durant, los pases en transición de Lebron, los triples tras salida de carretón de Klay Thompson, las entradas a canasta de Wade, los pases desde el poste de Marc, los movimientos al poste de Pau, las genialidades combinadas de Curry, el primer paso de Melo, el juego colectivo de los Spurs. Todos estos elementos y muchos más suspenderán durante varias horas al día la monotonía a la que nos vemos abocados como “hombres masa”, títeres al servicio de fuerzas magnéticas que nos dominan sin que les pongamos cara; súbditos de estúpidos iletrados capaces de embarcarse en cruzadas a cada cual más absurda y fuera de su tiempo. Pero más allá del absurdo que envuelve la actualidad política en España, con más corruptos que ideas y con más independentistas que alfabetizados, quisiera recalcar unos cuantos puntos sobre los que focalizar la atención en la temporada que está a punto de comenzar:

1. El legado de Lebron James. Acuérdense de estas palabras dentro de varias décadas. La temporada 15-16 será decisiva a la hora de comparar el legado de Lebron respecto al de las otras grandes leyendas de la liga. Un nuevo fracaso, y en su caso será fracaso todo lo que no sea ganar, lo relegará de por vida a una columna de salida en el diario de la historia de la NBA.

2. El corazón del campeón. Ese al que nunca se debe subestimar, en palabras de Rudy Tomjanovich, es el que poseen los Warriors, autores de la mejor temporada estadística de la era post-Jordan. Los de la Bahía han mantenido el bloque. Está por ver si han hecho lo mismo con su ambición y ética de trabajo.



3. Líderes con pies de barro. No me fío de Harden, de Carmelo Anthony, de Westbrook ni de Durant. Tampoco de Chris Paul, Derrick Rose ni del propio Marc Gasol. Sus cualidades para jugar al baloncesto me parecen irrebatibles. No así su capacidad para abanderar un proyecto. Eso sí, una victoria de alguno de sus equipos lo cambiaría todo. También mi opinión.



4. Los nuevos viejos Spurs. Los actuales Spurs se alimentan aún de las cenizas que ardieron el siglo pasado, es decir, de aquella elección del draft que hizo que Tim Duncan aterrizara en la franquicia tejana. Los actuales Spurs beben aún del manantial europeo que supuso la llegada de Parker y Ginobili procedentes del viejo continente. Los Spurs son el equipo más moderno de la liga a pesar de contar con un entrenador de 66 años al que en España ya le habríamos dado matarile con un ERE y con varios jugadores cerca de cumplir 40. La fórmula, aunque conocida por todos, solo funciona allí. Ojalá que les vuelva a salir bien.



5. ¿Por qué no, Pau? Por qué no ganar otro anillo y sumar un tercero. Por qué no reclamar un hueco en la historia de los Bulls, una nueva camiseta retirada, como la que tendrás, si se hace justicia, en Memphis y Los Angeles. Después de verte sojuzgar a todo un país como Francia, cuya impotencia quedó plasmada en las afirmaciones insidiosas de uno de sus diarios de cabecera, con cuarenta puntos como cuarenta soles, no puedo descartar que repitas una nueva hazaña. Eso sí, para que ello suceda Hoiberg, Butler, Rose y unos cuantos más inquilinos en la ciudad del viento deberán reconocer quién manda allí. Y mandas tú.

6. Kobe, te echábamos de menos, pero corremos el riesgo de echarte de más, de verte jugando a medio gas, mermado por todas las lesiones que te han aquejado en estos últimos años. Decide bien cuándo marcharte, porque a los ídolos se les juzga por cómo llegaron, por lo que hicieron, pero también por cómo supieron aceptar su muerte deportiva.

7. Con los Bucks la piscina lleva agua. La vierten Carter-Williams, un clon, salvando las distancias, de su entrenador, Jason Kidd; Kris Middleton, Giannis Antetokoumnpo, Greg Monroe y numerosos seres más venidos del futuro para dominar la liga con su envergadura y potencia física. No es el modelo de baloncesto que más me gusta, pero son una de mis apuestas para la temporada. Me sorprendería mucho que no llegaran a las cincuenta victorias.

8. Se busca pie para zapato. Se busca cenicienta para príncipe. Se busca equipo que represente el sueño de los modestos y, sinceramente, al no poder contar a Atlanta, ya consagrado entre los grandes de la Conferencia Este, me toca apostar por mis Celtics. Por lo que vi la temporada pasada, por lo que he visto en pretemporada y por la esperanza que representa tener en el banquillo al Perrault de nuestra era, al entrenador que llevara dos años consecutivos a la humilde universidad de Butler a la final de la NCAA. Bueno, y por ser un celtic también. 

Sobre estos ocho puntos erigiré mi particular república. Y sin temor a ser apuñalado por un conjunto de senadores me dispongo a disfrutar de esa gran obra que representa para la humanidad la mejor liga de baloncesto del mundo. Aunque a fin de cuentas no sea más que otro negocio cualquiera.


UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

El baloncesto total





Hablar de fútbol total supone hacerlo de aquel Ajax de comienzos de los 70 entrenado por Rinus Michels y capitaneado, futbolísticamente hablando, por Johan Cruyff y su tocayo Neskeens. Al fútbol ofensivo que ya habían practicado en un pasado más o menos reciente el Madrid de las Copas de Europa y el Brasil de los tres mundiales, (58, 62 y70) los holandeses añadieron la presión en el campo rival, el adelantamiento de la línea defensiva y una versatilidad, hasta entonces desconocida, que hacía que el dibujo táctico fuera lo de menos en la medida en que todos los jugadores podían hacer de todo. En aquel equipo, y también en la Holanda del Mundial de 1974, todo el mundo defendía y todo el mundo atacaba. A ese fútbol que mezclaba el vértigo ofensivo con la disciplina en la recuperación, Guardiola simplemente le añadió el cuidado del balón, el sosiego y la tranquilidad que ofrece el estar en posesión de la pelota. Y entonces vimos al mejor Barça y, tal vez, al mejor equipo de fútbol de la historia.



En el baloncesto, cualquier referencia pasada nos conduce a los Celtics de los 60, al mejor equipo que ha conocido el deporte sin distinción de disciplina. Aquellos Celtics practicaban posesiones cortas, trasladaban el balón en un pestañeo a la pista delantera con una precisión asombrosa de pase y no dudaban a la hora de materializar una ocasión de lanzamiento. Contaban con la garantía de que Russell correría una y otra vez la cancha por el carril central para cargar como un poseso el rebote ofensivo, controlar el defensivo o candar el propio aro. Ya en 1961, en el que sería su tercer título consecutivo, los chicos entrenados por Red Auerbach lanzaron 118 veces por encuentro. Su mejor porcentaje, a lo largo de los once anillos cosechados durante la era Russell no llegó al 43 por ciento. Aun así, aquella fórmula alocada que pudiera parecer suicida, derivó en una sucesión de éxitos. A Wilt Chamberlain, el llamado a dominar aquella época, solo le quedó darles la mano una vez tras otra y con la lengua fuera, a sus enemigos deportivos.



Casi medio siglo después, en uno y otro lado del Atlántico, dos equipos que imponen un ritmo ofensivo acelerado han dominado la competición. Golden State Warriors lideró la liga en número de posesiones por encuentro siendo, curiosamente, un equipo mediocre en las tasas de rebote ofensivo (21º) y defensivo (18º). El mérito residió, además, en liderar la liga también en el “effective field goal percentage” y en compartir el balón con gusto y generosidad (2º en porcentaje de tiros anotados tras asistencia detrás de Atlanta). Su defensa fue la segunda mejor a la hora de provocar malos porcentajes en los rivales y la sexta forzando pérdidas que después materializarían en contraataques.

Un patrón semejante empleó el Real Madrid en Europa, siendo el equipo que más asistencias dio por partido en la Euroliga, el cuarto forzando pérdidas y el que más tiros lanzó (65 por partido, 25 de ellos triples). La versión más exitosa del Madrid bajó un poco el ritmo e incrementó los porcentajes. Redujo un tanto la espectacularidad y reforzó los mecanismos del “otro basket” para ser más eficiente en los momentos decisivos de las finales. El estilo estaba. Faltaba Nocioni.

Las victorias de Golden State Warriors y Real Madrid nos dejaron unas cuantas enseñanzas.

1. La importancia de la preparación física y las rotaciones. Para poder jugar a tantas posesiones sin ver reducida la eficacia ofensiva y la agresividad defensiva, es importante contar con una plantilla amplia, gestionarla bien y tenerla bien preparada físicamente. Las rotaciones de Kerr y Laso consiguieron que todos los miembros de la plantilla estuvieran involucradas al tiempo que permitieron que los jugadores llamados a decidir en los partidos importantes llegaran con las piernas frescas.

2. La línea de tres. El Real Madrid fue el segundo mejor equipo en porcentaje de tiros de tres anotados en Euroliga y ACB. Los Warriors rozaron el cuarenta por ciento siendo el equipo con el mejor porcentaje de la NBA. El tiro de media distancia pierde valor con el tiempo. El lanzamiento de tres, además de permitir a los equipos sumar con mayor rapidez, se convierte en una amenaza que obliga a las defensas a desguarnecer la zona. La figura del tirador, un tanto apagada en el pasado, ha recobrado su proverbial valor. Thompson y Carroll, con su sola presencia en la cancha, ensanchan la pista y multiplican el tiempo.



3. La difícil tesitura para el cinco clásico. Draymond Green y Marcus Slaughter; Andrés Nocioni y Andre Iguodala fueron los ganadores entre los ganadores. Falsos cuatros. Dos metros pelados al servicio de la intendencia y con un corazón enorme. Con piernas para defender a pequeños tras el cambio en el bloqueo y con piernas, también, para correr la pista, taponar lanzamientos y enardecer a la grada. Perdieron, en cambio, Tomic y Bogut. El primero sumó en ataque menos de lo que restó en defensa y en el rebote. El segundo, pese a estar muy implicado en las labores de basurero que Kerr le había encargado, tuvo que sacrificarse y ver desde el banquillo como un quinteto sin ningún jugador con más de dos metros ganaba el anillo. Esta noche, sin embargo, dos pívots, Karl-Anthony Towns y Jahlil Okakor, han sido elegidos en las tres primeras posiciones del draft. Les esperan largas jornadas de trabajo para mejorar su lateralidad, su coordinación de pies y su resistencia para correr la cancha. De lo contrario, lo tendrán difícil para hacerse con un hueco en los minutos decisivos de los partidos.

4. La redefinición del base. El base actual juega el bloqueo pensando primero en anotar y luego en asistir. El base actual sale de los indirectos como un escolta y sabe jugar sin balón. El base actual debe ser capaz de generarse su propio lanzamiento. El prototipo de base actual es Stephen Curry y Sergio Rodríguez y Sergio Llull, aunque diferentes entre sí y respecto al modelo, dos buenos aprendices.

5. El basket total. Atravesamos una fase de transición. El baloncesto ha dejado de reclamar especialistas y reclama polivalencia. Los equipos, por su parte, son maquinarias perfectamente engrasadas en las que el caos luce ordenado. Los entrenadores apuestan por multiplicar sus opciones de anotar utilizando la línea de tres e incrementando el número de posesiones. La defensa, aun siendo fundamental, se ha convertido, al igual que en la Holanda de los 70, el Milán a caballo entre los 80 y los 90 y el Barça de Guardiola, en una herramienta al servicio del ataque, al servicio de un baloncesto total.


UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

Esta tarde vi llover




"He practicado doce horas diarias durante treinta y cinco años y ahora me llaman genio"

                                                                                   (Pablo Sarasate)


Empiezo por lo que me emociona, por lo que me levanta del asiento y justifica todos los pesares de esta existencia. Esta tarde vi llover, escribió Don Armando Manzanero en una especie de precognición. Tal vez al cantautor mejicano le guste el baloncesto, aunque nunca lo haya confesado abiertamente, y tal vez en uno de sus delirios de amor se le apareciera el tercer cuarto del Warriors-Kings de la pasada madrugada. Para él, si ha visto el partido, ha debido de ser una especie de dèja vu, pero para nosotros, incapaces de dar forma a esos boleros, simples espectadores del gran teatro del mundo y del baloncesto, ha sido lo nunca visto.

Hace casi tres años escribí a propósito de Klay Thompson (Los problemas crecen), anunciándole, no era difícil, como una de las grandes promesas del baloncesto. Escribí también sobre su padre, Mychal, número uno del draft de 1978, y de cómo gestionó este lo que entonces consideré, y el tiempo nos ha dado la razón, como un error de juventud: la posesión de unos cuantos gramos de marihuana en el campus de Washington State, su alma mater.

Pues bien, meses después del incidente, Kyrie Irving, Derrick Williams, Enes Kanter, Tristan Thompson, Jonas Valanciunas, Jan Veselý, Bismack Biyombo, Brandon Knight, Kemba Walker y Jimmer Fredette serían elegidos antes que Klay Thompson en el Draft de 2011 acusando, tal vez, el hecho en el marco de una sociedad puritana y farisea. Kyrie Irving, Brandon Knight y Kemba Walker son tres buenos bases, representantes de esta nueva hornada de anotadores y dobladores de asistencias que os presentaba en El Siglo de los Bases, pero, por el contrario, escasamente dotados para hacer jugar a sus equipos. Kanter y Valanciunas aportan centímetros y el rigor táctico europeo (aunque Kanter recibiera instrucción universitaria en USA) a sus equipos y del resto, del resto mejor ni hablar. Cuesta creer que puedan seguir en sus puestos los ojeadores y general managers que descartaron a Klay y eligieron a Veselý, Biyombo o Fredette. Y no es oportunismo, es que si pasas al lado de Klay el aire huele a baloncesto. A baloncesto clásico, matizo. Del de toda la vida.

Del de toda la vida y, al mismo tiempo, como no ha habido otro. Su naturalidad a la hora de elevarse para tirar es única. La heterodoxia de Reggie Miller y lo exagerado de la suspensión de Ray Allen encuentran su contrapunto en la eficiencia controlada del lanzamiento de Klay Thompson. Ni un gesto de más en las cuatro décimas que tarda en armar el fusil. Ni una queja ante un balón demasiado alto o bajo. Ningún alarde. Nada para la galería salvo el deleite que produce ver volar con tal gracilidad la bola hacia un destino casi siempre seguro.

Y así sucedió esta noche, así hasta 37 puntos en un cuarto maravilloso, el tercero del partido, que he podido disfrutar en falso directo a través del invento que más felicidad ha aportado a mi vida adulta, el NBA League Pass. Una detrás de otra, limpias o con suspense, daba igual, todas caían dentro del aro de los Kings en esta noche para el recuerdo en la que se ha batido un récord, el de anotación en un cuarto, que los scoutings cada vez más sesudos amenazaban con perpetuar en el tiempo.

Bueno, me despido, les iba a hablar de los Gasol, pero ya lo haré en otro momento. Sería injusto hacerlo ahora, embargado por la emoción, relamiéndome porque la criatura aún no ha cumplido 25, pensando en cuántas noches como ésta le quedan en las alforjas y soñando con despertar cualquier día y volver a ver una exhibición semejante. Ahora bien, un aviso para todos los que estén admirados por lo fácil que parece o movidos por una especie de envidia que, aunque bienintencionada, ya les digo yo que no es real. Y es que todos quisiéramos poder lanzar como Klay Thompson, pero pongo la mano en el fuego por que apenas unos pocos estaríamos dispuestos a hacer los sacrificios que se necesitan para ello. Su virtud, como cualquier otra, es la mezcla de un noventa y nueve por ciento de trabajo y de un uno por ciento de inspiración. 




UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

Pronósticos





Siempre es difícil hacer pronósticos. Para cuando llegue abril todos habremos cambiado tanto que nos parecerá absurdo este ejercicio de adivinación por mucho que presumamos de conocer bien la competición. Pero aunque difícil e innecesario es también divertido así que allá voy con mis apuestas sobre lo que creo que pasará, lo que sería sorprendente que pasara y lo que me gustaría como aficionado.

MVP de la temporada

Será: Lebron James. Tras rebajar su peso en casi diez kilos e inmerso en una misión de calado histórico, ni siquiera la monitorización de sus minutos anunciada por David Blatt le impedirá proclamarse con este galardón. Lebron es ahora mismo el mejor jugador de la NBA y así lo reconocerán los periodistas al final del mes de abril.

Podría ser: Lamarcus Aldridge. El cuatro más elegante, completo y distinguido de la competición es una “rara avis” que nos recuerda a los miembros de esa generación de maravillosos ala-pívots que nos dejó el cambio del milenio (Garnett, Duncan, Rasheed Wallace, Chris Webber). Bien rodeado por sus compañeros y en un entorno de trabajo y crecimiento bien podría firmar más de 25 puntos y 11 rebotes durante la temporada.

Me gustaría que fuera: Rajon Rondo. Aunque la temporada no comienza con buen pie debido a una fractura en la mano izquierda, hay pocos jugadores tan testarudos como él. Si se lo propone y está concentrado puede hacer jugar muy bien a unos Celtics que, aunque no van sobrados de talento, sí que tienen margen de progresión.

Rookie del año

Será: Jabari Parker. El pupilo de Coach K es el mayor talento de su promoción. Seguir a los Bucks entrenados por Jason Kidd tiene un aliciente fundamental: ver a este bailarín moverse sobre el parqué haciendo de todo en la cancha. Recuerda a Paul Pierce, pero puede alcanzar más altas cuotas aún.

Podría ser: Nerlens Noels. Fuera toda la temporada pasada por una lesión de rodilla, el jugador de Philadelphia pretende seguir los pasos de Blake Griffin e igualar su gesta.

Me gustaría que fuera: Marcus Smart. Una difícil infancia y un indomable carácter convierten a este producto de Oklahoma State en un auténtico luchador. La comparación salta a la vista con Isiah Thomas. Habrá que ver, claro, si además posee su talento.



Entrenador del año

Será: Steve Kerr. El viejo camarada de Jordan en los Bulls salta a los banquillos después de años sentando cátedra en televisión. Durante su carrera como jugador pudo aprender de Phil Jackson y Gregg Popovich. Si, como parece, es inteligente y sabe mover sus piezas, que no son pocas, puede conducir a los Warriors a la frontera de las sesenta victorias.

Podría ser: Erik Spoelstra. Todo lo que sea evitar una hecatombe tras la marcha de Lebron puede resultar positivo en Miami. Esto se dice, al menos, en los corrillos. Pero Riley y su joven padawan filipino tienen otros planes. Con la adición de Deng y la liberación de Bosh esperan estar entre los tres primeros equipos de la conferencia. Si lo logran, claro, Spoelstra debe ser candidato.

Me gustaría que fuera: David Blatt. Muy bien lo tiene que hacer el ex técnico de Maccabi para que los periodistas norteamericanos reconozcan sus méritos. Con la plantilla de que dispone será muy sencillo achacar todo lo bueno que pueda pasar al talento de Irving, Lebron, Love y compañía del mismo modo que cualquier mala racha será fácilmente explicada con un primer plano del entrenador.

Campeón de la Conferencia Este

Será: Cleveland Cavaliers. Puede que la adaptación sea difícil en un principio, pero para abril, si no hay lesiones de por medio, el talento habrá encontrado nexos de unión entre sí y motivaciones suficientes como para dejar a un lado el pernicioso empuje del ego.

Podría ser: Chicago Bulls. Si no es Cleveland, y más tras la lesión de Paul George, sólo puede ser Chicago. Los de la Ciudad del Viento dependerán de la salud de las rodillas de Rose, de la implicación y resistencia al envejecimiento de Gasol y de la capacidad de Thibodeau para ofrecer variedad en ataque. Con el corazón de Noah y Butler, con el tiro exterior de Dunleavy y con los buenos minutos desde el banco de Gibson y, quizá, de Mirotic, pueden contar.

Me gustaría que fuera: Más allá de la opción inviable de los Celtics mi corazón está con los Wizards, la penúltima oportunidad que ha decidido brindarse a sí mismo Paul Pierce para ganar un segundo anillo. Wall y Beal forman una dupla asesina que en nada desmerece a las mejores de la liga, como sucede también con la que integrán Nene y Gortat. Habrá que ver si la rotación es suficientemente buena y si Randy Wittman logra dar con la tecla.

Campeón de la Conferencia Oeste

Será: San Antonio Spurs. Hay tantos mecanismos aprendidos, tantos momentos de ocio compartidos, tantas sensaciones acumuladas a lo largo de los años que me resulta imposible apostar contra ellos. Popovich conoce la fórmula y, aunque al hacerla pública la comparte, no hay nadie como él en la liga gestionando una plantilla.

Podría ser: Muchos, la verdad, Trail Blazers, Mavericks, Rockets, Thunder,... pero me quedo, siendo coherente con mi elección de técnico del año, con Golden State Warriors. Curry y Thompson han madurado y progresado este verano en torno a la protección de Coach K. Bogut empezará sano la temporada y Harrison Barnes ha llegado a octubre en su peso ideal. Todo son buenas noticias en este lado de la Bahía.

Me gustaría que fuera: En este caso voy a repetirme. Mi apuesta sentimental son los Warriors, el equipo más divertido de la liga que tiene, además, por exteriores, a dos de los maestros que los entrenadores utilizamos para enseñar fundamentos de técnica individual. Cuando uno ve a Klay Thompson salir de un bloqueo y tirar o a Stephen Curry generarse el espacio para hacer un lanzamiento piensa que el baloncesto es algo muy sencillo y, sin duda, una expresión artística de incalculable valor.

Para finalizar simplemente apuntar unos cuantos factores sobre los que focalizar la atención:

1. El regreso de Kobe Bryant. Tras luchar denodadamente para recuperarse de su lesión en el tendón de Aquiles, nadie puede dejar de admirar su tesón y su pasión por el juego. Ojalá vuelva a ser competitivo y a dejarnos muestras de su talento. El tiempo y el salario que ha decidido cobrar, juegan en su contra si de ganar el sexto anillo se trata.

2. Phil Jackson y Derek Fisher en los Knicks. La Ciudad que nunca Duerme lleva varios años achacando este maldito insomnio al juego de sus Knicks. No esperen milagros en tan poco tiempo, pero sí criterio y coherencia en la toma de decisiones. Quizá vuelva a verdear el valle de aquí a unos pocos años.

3. Los españoles en la NBA. Aunque no me interesa particularmente lo que pueda hacer el producto patrio en la mejor liga del mundo hay varios centros de atención relacionados con ellos. Uno es, sin duda, la no renovación de Ricky por los Wolves. No sé lo que debe ver el de El Masnou cuando se sitúa frente al espejo, pero yo no veo, y mira que lo he defendido, más que un buen organizador de juego que puede aspirar a cobrar, en el mejor de los casos, siete u ocho millones por temporada. No doce. Buscarán opciones de anillo, por su parte, los dos hermanos Gasol (y Mirotic si lo tomamos por español) e Ibaka y tratará de acomodarse a jugar en Nueva York el bueno de José Manuel Calderón. De Claver mejor ni hablar.

4. La primera temporada completa de Adam Silver. El nuevo comisionado ha llegado con ganas de renovar un producto que funciona a las mil maravillas. Quizá tenga razón y esto no pueda mantenerse sin introducir cambios, pero desde aquí le ruego que tenga un poso de prudencia y tranquilidad. No haga nada, señor Silver, para tener que dar luego marcha atrás.

Disfruten y no se olviden de dormir. I love this game!




UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

Formación y entretenimiento





Hacía tiempo que no me sentaba a escribir y a actualizar este humilde espacio. Lo hago mientras el verano aspira a perpetuarse en el poder y ahora que todo se tambalea en torno a la falla invisible que viaja de conflicto en conflicto resquebrajando nuestra fe en el ser humano. Pero en fin, no me detengo pues, al fin y al cabo “¿qué importan los problemas de millones de pequeños seres en este loco mundo?” que diría el enamorado Rick en aquella Casablanca de postal (y de cartón).

Para no perdernos en asuntos menores os contaré mi fin de semana, una experiencia agotadora aunque inmejorable con el baloncesto como leitmotiv. Todo empezó temprano, aún de noche, en el lugar de encuentro prefijado para la partida por los entrenadores del Club Baloncesto Santa Marta. Con ellos, aunque no estuvimos todos, conviviré un año más tratando de hacer mejores jugadores y personas a todos los jóvenes que tengan a bien formar parte de esta aventura. Será dura y divertida y lo digo con el temor de parecer redundante. Huelga decir que la diversión procede del trabajo mismo, de la sensación de fatiga, del sacrificio, del esfuerzo como fin y no como medio de pago. Ah no, me dicen que no, que el estoicismo ya pasó de moda, que la vida es breve, que hay que vivir el momento y que no debe haber sacrificio sin premio ni caminos áridos y pedregosos sin la promesa previa de un vergel en el horizonte. Y no muy lejos. Trataré de conciliar ambas posturas.

Sea como fuere mi intención no es predicar, sino dar trigo (aunque escribir no sea más que otra forma de predicar). Por eso mismo defiendo la figura del entrenador como ejemplo. Y una forma de dar ejemplo es la formación continua. Con esta idea viajamos a Madrid el pasado sábado esperando recibir, con éxito en la mayor parte de los casos, nuevas ideas y propuestas metodológicas para implantar en el club. Sportforyou, un nuevo portal dedicado al baloncesto a cuyos valedores deseo toda la suerte del mundo, reunió a varios de los mejores entrenadores de cantera de la Comunidad de Madrid en un marco incomparable, Magariños, la “Nevera” como conocen a la instalación todos los alumnos y ex alumnos del Ramiro de Maeztu y, por extensión, todos los aficionados de Estudiantes.

Javier Fort, Paco Redondo, Ivo Simovic, José Luis Pichel y Sergio Jiménez compartieron con nosotros algunas de las claves de su éxito dentro de una programación que pretendía abarcar la totalidad de elementos y contenidos que todo jugador debe aprender a lo largo de su proceso de formación. Me gustaron especialmente la visión balcánica, y en cierta medida clásica, del juego libre que aportó Ivo Simovic y el abanico de gestos a trabajar en el juego interior que propuso José Luis Pichel demostrando sobradamente que nadie les ha regalado el puesto como entrenadores de alguno de los programas más ambiciosos de nuestro baloncesto.

Así se esfumó el sábado, entre apuntes y balones en el viejo aunque remodelado Magariños pendientes, eso sí, de no abusar del tiempo y el espacio de aparcamiento en Calle Serrano y alrededores (máximo cuatro horas) ni de la dudosa hospitalidad de una ciudad que empieza a adquirir la misma inquietante belleza que su alcaldesa ahora que regresa septiembre y la vida vuelva a ser, y cito al gran Sabina, un metro a punto de partir.

El domingo fue aún mejor. Aunque sin muchos de los mejores jugadores de la NBA, USA Basketball ha montado un equipo muy competitivo que funciona como tal y que, si bien no enamora como aquel irrepetible Dream Team de 1992 o como alguna reedición más cercana que incluía a nombres como los de Kobe, Lebron o Durant, incluye a jugadores de indiscutible talento. Bilbao acoge todos los partidos de la primera fase y allí que nos plantamos unos cuantos amigos para disfrutar de la exclusiva oportunidad de disfrutar del juego de tanta estrella de la NBA junta. La experiencia no defraudó y es que el baloncesto en directo te permite disfrutar de cada detalle con el máximo nivel de realismo, sin el filtro de cámaras ni ondas. Así, a muy pocos metros del parqué, pudimos disfrutar de la plasticidad de movimientos de Stephen Curry, de la capacidad atlética de Anthony Davis y de la vertiginosa velocidad con la que desplazan el balón en el contraataque haciendo parecer pulgadas los 28 metros de largo de la pista de baloncesto.

Muchos creen que España puede ganar este mundial. Mi idea, después de ver a Estados Unidos sufrir durante veinte minutos contra la defensa de ajustes turcos es que la posibilidad es real, aunque pequeña. Nadie duda de la ventaja interior de España, pero mucho me temo que el nivel del perímetro, sobre todo en aspectos físicos, puede marcar la diferencia. Será, si finalmente se da, una lucha por bajar (España) o subir (USA) el tempo del encuentro, algo en lo que siempre nos han ganado tanto en Pekín como en Londres, donde anotaron 118 y 107 puntos respectivamente. Será, en caso de producirse esta final y más aún si se obtiene la victoria, sólo una pequeña alegría para el baloncesto que quedará pronto sepultada por la inercia futbolera de un país con una cultura deportiva que se alimenta de programas amarillistas y que, en el mejor de los casos, viaja al vaivén de los resultados.

Como no me veo capacitado para hablar de badminton me despido deseándoos un feliz regreso a la normalidad. La rutina nos protege contra lo imprevisible, nos evita pensar demasiado y nos mantiene en un estado letárgico del que espero sacaros más a menudo con alguna nueva entrada.


UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS 

Titulares de un 9 de mayo







El sistema educativo español está en huelga. Protesta, de esta manera, contra la nueva ley de educación, contra la nueva herencia que un ministro quiere legar para ese libro en constante renovación que se titulará, cuando se publique, “Los desastres de la historia”. Pero qué quieren que les diga, a mí esta huelga me la trae bastante floja. Me alinearé con los que protestan cuando expresen sus quejas trabajando. Porque hacer huelga carece de valor cuando el resto de los días, los presuntamente lectivos, languidecen entre el aroma del café y el tacto de los huevos. Porque eso, tomar café (cervezas, porros) y tocarse los huevos (whatsapp, twitter,...) es, ni más ni menos, lo que hacen el ochenta por ciento de los estudiantes en todos los niveles educativos de nuestro país. Así, una crisis inducida, no seré yo quien lo niegue, por especuladores que se mueven en mercados etéreos, se vuelve más peliaguda cuando la sociedad civil habla a través de altavoces sin tener nada que decir. Porque nada se puede decir si nada se sabe. Y nada se sabe si nada se lee o estudia.



Creo tanto en esta huelga como en el Día de Europa, en Europa y en la Unión Europea. Quizá Robert Schumann o Jacques Delors creyeran firmemente en esta idea. Puede, sólo puede, que se gestara en condiciones sobrias sin alcohol ni drogas de por medio. Lo cierto es que todo ha devenido en un esperpento, en un ir y venir de fondos que a algunos les facilitó la vida, pero que para muchos no va más allá de unos cuantos carteles y unas pocas carreteras que, se supone, habrían de conectarnos con el corazón de Europa y que, sin embargo, nos han conducido a sus cloacas.



De las cloacas debe proceder, también, la genial idea de realizar una película sobre la no vida de Messi. Porque ya me dirán qué puede tener de interesante la historia de un chico de 25 años que ha pasado la mayor parte de sus días jugando al fútbol. Además, ¿qué clase de detalles podrán añadir que no hayan desvelado ya Marca, As, Sport o el Mundo Deportivo? Hace dos días celebrábamos (porque cualquier recuerdo a su figura es una celebración) el segundo aniversario de la muerte de Severiano Ballesteros. Sus orígenes humildes, su carácter pionero (jugar al golf en España en los años 70), su impacto en el mundo del golf (el equipo de Ryder Cup de Gran Bretaña e Irlanda se transformó en el equipo europeo gracias a él) y sus batallas perdidas ante las lesiones de espalda y, en última instancia, contra la propia muerte, son un diamante en bruto que un buen cineasta o literato no debería dejar pasar. Eso, claro, si la familia otorga su beneplácito. Y es que Messi ya existió. Se llamaba Maradona y, por lo pronto, vengó el orgullo de todo un país marcándole a Inglaterra el mejor gol de la historia del fútbol. Un gol, por cierto, que algunos quisieron comparar con el que Messi le marcó al Getafe en una semifinal de la Copa del Rey. Messis hubo y habrá, pero, jamás, en esta vida o en la otra, en este planeta o en el de más allá, nacerá otro Severiano Ballesteros.



Por otro lado, justifico así la presencia de estos párrafos en un blog de baloncesto, quiero invitaros a utilizar los playoffs de la NBA como antidepresivo. No hay nada como levantarse temprano para ver los partidos de la noche sin tener que aguantar los vanguardistas análisis de los especialistas del Plus. Para mayor satisfacción de quien les habla, las cuatro series de semifinales de conferencia se encuentran igualadas y para mayor gloria de nuestro deporte algunos jugadores están elevando su nivel de juego hasta rozar, cada noche, cotas históricas. Disfruten, les recomiendo, con la técnica individual de Thompson, Curry, Carmelo o Kevin Durant, con el juego en el poste medio de Randolph, Gasol, Bosh o Duncan, con el juego físico y a la par talentoso de Paul George, Harrison Barnes, Iman Shumpert o, en su versión más avanzada, del propio Lebron James. Y no olviden volverse literalmente locos con esos jugadores que sin estar bendecidos por el Dios de la canasta, temen tanto a la derrota que juegan al baloncesto con una pasión desbordante. Podría decir varios nombres, pero sólo me parece justo escribir uno: Joakim Noah, el único y verdadero defensor del año en la NBA.





En este 9 de mayo, día de tantas cosas, quiero recordarles que mañana empieza la Final Four de la Euroliga. El Real Madrid busca venganza, el Barcelona sobrevivir, el Olympiakos revalidar el título y el CSKA, así lo veo yo, demostrar su superioridad. Los rusos son los favoritos. Los españoles, los candidatos. 



UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

In God we trust







Si sigues a Mark Jackson en Twitter (@JacksonMark13) no sabes si estás “foloueando” (me adelanto a la prole y su estúpida tendencia de españolizar cualquier vocablo inglés en vez de esforzarse en traducirlo) al tercer máximo asistente de la historia de la NBA o a un reverendo. De hecho, el entrenador de los Golden State Warriors complementa su semana laboral siendo el pastor del True Love Worship Center International en Van Nuys, California, y en cada uno de sus mensajes de 140 caracteres es habitual encontrar alguna alusión a Dios o a la Iglesia.



Curiosamente, durante el pasado mes de junio se conoció que el entrenador le había pagado 5.000 dólares a un viejo conocido que responde al nombre de Shaw a cambio de unas fotografías y copias de correo electrónico que pondrían de manifiesto una presunta infidelidad de Jackson. Es decir, el moralista entrenador habría sucumbido ante la tentación hecha carne de una dama en un local de Nueva York y, a cambio del silencio de un potencial delator (y chantajista), accedió a pagar una suma nada desdeñable de dinero. Curiosamente, tiempo después, Mark Jackson decidió poner en conocimiento del club el soborno y, finalmente, el tal Shaw, terminaría pagando 25.000 euros. Para más inri, tras cometer un par de robos con violencia (quizá para pagar la multa) aún paga su pena en prisión. Jackson, por su parte, pese a haber violado uno de los principios más sagrados del matrimonio, mantiene su unión con su esposa Desiree, se convirtió en pastor y menciona a Dios en cada discurso mientras ordena los cheques de varios cientos de miles de dólares que recibe cada mes. La justicia terrenal castigó a un pobre malhechor. La justicia divina no parece haber tomado represalias con el pastor.



No, salvo que consideremos la lesión de David Lee como un castigo. El “4” de raza blanca ha sido la principal referencia anotadora en el frontcourt de los chicos de la bahía. Un mal apoyo le condujo a la rotura del flexor de la cadera izquierda y, probablemente, salvo que la temporada se alargue mucho y los plazos se recorten en la misma medida, no verá pista hasta una vez concluido el verano. A cambio, ya se sabe que Dios es justo y misericordioso, Andrew Bogut se ha reencontrado con un estado de salud que apenas recordaba. Gracias a sus nuevas piernas y, alentado por la oportunidad de brillar en las grandes citas, este número 1 del draft en el año 2005 parece otra vez ese pívot dominante, viva imagen del Zar Sabonis, que nos deleitó durante su periplo en la Universidad de Utah, sí, donde habitan los mormones. Si ya les digo yo que esto es cuestión divina. 





¿O acaso no está tocado por los dioses ese chico de Ohio que, vestido de calle, podría parecer un simple mortal como nosotros? Cuánto hubiera disfrutado Andrés narrando sus triples imposibles (ratatatatatatatatata) y sus asistencias de ensueño, recordando a su padre, Dell Curry, al que apodaba “muñequita linda” o deleitándose con esa sonrisa que a Stephen, como al resto de jugones, se les escapa por la comisura de los labios como si nada. 





Desconozco la confesión de los jugadores de los Warriors, no sé si visitan con asiduidad el templo o si su templo es otro y huele a cerveza. Lo cierto es que los de Oakland juegan con convicción y fe en sus posibilidades. Entienden lo que su entrenador les puede aportar y se sienten protegidos por su figura, casi tanto como éste se siente seguro bajo el manto de Dios.



Aunque mi fe, toda la fe que pueda profesar un escéptico cada vez más nihilista como yo, sigue estando puesta (hasta que nos entierren por última vez) en Pierce, Garnett, Green y los duendes que habitan en el Garden, he de decir que llevo toda la temporada enganchado al carro de los Warriors. Les adelanto que no tiene nada que ver con Dios, salvo que Dios se haya hecho carne, que vaya usted a saber, en Stephen Curry o Klay Thompson.



Pasen buena semana y no se olviden de rezar cada noche. A Dios, a Juanito, a Messi o a Scarlett Johansson. Quizá así apaguen la tele, el whatsapp, o el propio twitter durante un minuto. 



UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO