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Estrellas, entrenadores (,) estrellados





“A Gasol lo que le interesan son los museos, los teatros y esas cosas”. Así, indignado, se mostraba Kevin Durant en una entrevista durante la fase de preparación de la selección americana para el Mundial de España del verano pasado; molesto porque Gasol había declinado la oferta de los Thunder y estaba decidido a firmar por Chicago, por una urbe mucho más atractiva desde el punto de vista cultural, por un mosaico cosmopolita en el que comunidades venidas de medio mundo se mezclan en obligada armonía (a veces también sin ella). No entendía que un tipo de 34 años y escasas –por pura biología– posibilidades de volver a saborear la gloria de un anillo no hiciera primar los criterios deportivos. Conviene decir que Kevin Durant, en las vísperas de firmar un contrato multimillonario con Under Armour abandonó la concentración de la selección estadounidense alegando fatiga. Su temporada ha estado marcada por una grave lesión de tobillo en una especie de fátum tejido, tal vez, con las madejas del propio karma. Cada uno da lo que recibe. Luego recibe lo que da.

Pero no se trata de Kevin Durant. Se trata de un Pau Gasol sobreexplotado en temporada regular, ignorado en multitud de desenlaces igualados y forzado ahora, nuevamente, tras una lesión muscular. En los Lakers Gasol podía aceptar que Kobe asumiera un protagonismo a veces desmesurado, pero tener que asistir a un monólogo de Rose, un jugador disminuido física y mentalmente por las lesiones y muy inferior, en cualquier caso, a Bryant, ha debido causarle más de una indigestión. Ojo, tras años vilipendiado por los sistemas de los inquilinos del banquillo de los Lakers, Thibodeau le ha devuelto el protagonismo, los minutos y la importancia. Eso hasta que llegaron los playoffs y el bueno de Thibs decidió que moriría con y por Rose. Murieron todos.

Lo hicieron a mano de unos Cavs que juegan a lo que dicta Lebron. La pusilanimidad de Blatt bien podría ser entendida como una sabia maniobra. Chocar con el rey siempre supuso penurias para el súbdito o vasallo y Blatt lo sabe. Tratar de imponerse y reivindicarse, como intentó en un principio, conduce, en el mejor de los casos, a la obtención de resultados mediocres. Con Love lesionado e Irving renqueante –más bien lesionado, aunque en cancha– Lebron dirige la orquesta en transición, desde la base, el alero o desde el poste medio. Falla, comete errores, pero sintiéndose el rey, el resto de piezas del tablero se mueven con libertad castigando el exceso de atención que genera su halo de invencibilidad en los rivales. No, haters, un escuadrón formado por Mozgov, Tristan Thompson, Shumpert y JR Smith no es superior a aquel integrado por Longley, Rodman, Kukoc y Pippen. Si Lebron gana con todos los condicionantes a los que se ha visto expuesto, esta victoria será pura como el diamante. Y va por buen camino.



Cierto, por el mismo buen camino por el que iban los Clippers hasta esta noche, la noche en la que a esta franquicia engendrada por un gen perdedor le vinieron a ver todos los fantasmas juntos. Su propuesta de juego colectivo es superior a la de unos Rockets que tuvieron que recurrir a un quinteto sin Harden para remontar el partido e igualar la eliminatoria. El chico de la barba mueve bien la pelota, tiene múltiples recursos, anota sin esfuerzo, pero hace peores a sus compañeros. Huelga decir que esto que hizo McHale, mandar a la estrella al fondo del banquillo en los momentos decisivos del encuentro, es lo que Thibodeau nunca se hubiera atrevido a hacer.

En fin, una gran noche de NBA que sirve de víspera de una Final Four a la que el Madrid llega con la urgencia añadida del fracaso de la sección de la que es deudora. No sé si Laso hará las veces de Thibs o de McHale o si anda en busca de un rey al que confiarse, como Blatt. Lo cierto es que, si pierde, de poco le servirá cantarle por Gardel a la afición aquello de “que veinte años no es nada”. Y es que enfrente tendrá a Zeljko Obradovic. Y él sí que sabe lo que han pasado en estos veinte años tras dejar al Real Madrid como campeón de Europa y en los que mientras la sección se unía y deslavazaba según soplaban los vientos (hasta la llegada de Laso, todo hay que decirlo) él no ha parado de ganar.


UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

Todo en su mano





En la mano de John Wall, ahora fracturada, depositaron los Wizards su destino cuando la eligieron, junto al resto de elementos de su cuerpo, en el número 1 del draft de 2010. El base, oriundo de Raleigh, Carolina del Norte, y alumno de la Universidad de Kentucky, promediaba más de 17 puntos y 12 asistencias en estos playoffs. Cinco huesos rotos parecen presagiar, en cambio, para desgracia de los buenos aficionados, que estos números no se verán alterados de aquí a junio. Sí, en cambio, las posibilidades de los capitolinos para quienes la eliminatoria contra Atlanta, pese a haber recuperado el factor cancha con la victoria inicial, se ha puesto muy cuesta arriba sin su base.

Y si hablamos de giros copernicanos en una eliminatoria, debemos hacerlo también del regreso a las pistas de Mike Conley. Pese a portar una poco lustrosa máscara de plástico sobre su rostro aún demacrado y aun luciendo un derrame poco halagüeño en el ojo izquierdo, su presencia en la pista sirvió para espolear a los Grizzlies y para recordarles, de paso, que en sus cromosomas viene inscrita la palabra DEFENSA. Volando en el balance a proteger su propio aro sin descuidar las amenazas exteriores y atravesando las pantallas que buscaban conceder el medio segundo que necesitan Thompson o Curry para tirar, Tony Allen y el resto de esbirros al servicio de Dave Joerger cortaron de raíz, durante el segundo encuentro, las fuentes de anotación de los chicos de un Steve Kerr a quien ya imagino revisando cintas antiguas tratando de averiguar cómo Phil Jackson y sus Bulls encontraron soluciones para derrotar a los Karate Knicks de Pat Riley o a los bad boys de Chuck Daly en los 90.



Va de bases, como ya habrán podido comprobar. Y es que como ya adelantábamos hace meses, este es su siglo. Base por excelencia, maestro ondeando la batuta al ritmo que más conviene, virguero en el uno contra uno y resolutivo en cualquiera de las fórmulas de pick and roll, la presencia de Chris Paul se nos intuye necesaria con el 1-1 que lograron situar los Rockets tras la victoria angelina inicial. La elasticidad de sus isquiotibiales es una incógnita, pero a sus 30 años recién cumplidos, Chris Paul no puede dejar pasar como anécdota su quehacer heroico ante los Spurs sin intentar, al menos, probar el olor de las finales.

Unas líneas, finalmente, para terminar con la NBA, para la eliminatoria entre Cavaliers y Bulls, definida, hasta la fecha, por el papel que en ella han ejercido Derrick Rose y Lebron James. Ante la consistencia de Irving, Gasol o el resto de acompañantes en la elaboración de sus números, todo parece indicar que seguirá siendo la excepcionalidad del papel de sus respectivas estrellas la que decante la contienda a un lado o a otro y yo, por si les sirve de algo, no suelo apostar en contra de Lebron.

Por último hablar de la confirmación oficial del nombramiento de Scariolo como seleccionador nacional. Chirría, dicen los que saben, que con tanto egresado del Curso de Entrenador Superior y estando los banquillos de la principal liga del país ocupados por apellidos castizos, (Laso, Pascual, Plaza,...) el máximo cargo técnico de la federación descanse en manos de un italiano, por muy adaptado que esté a las tradiciones patrias. En cualquier caso, afirman los otros, que también saben, que mejoramos prestaciones en comparación con Orenga; que este por lo menos sabe llevar un vestuario y hacer rendir a un equipo tras una breve concentración. Y yo, pues no sé qué decir. Leo a Gasol feliz y si viene Gasol pues oye, con independencia de quien marque los sistemas, se nos abre el cielo de Río de Janeiro, al que aspiramos a entrar por la puerta y saludando a San Pedro, esto es, llegando a la final del Eurobasket, y no a través del Purgatorio tras pasar una temporada en el infierno (Preolímpico).


UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

Pronósticos





Siempre es difícil hacer pronósticos. Para cuando llegue abril todos habremos cambiado tanto que nos parecerá absurdo este ejercicio de adivinación por mucho que presumamos de conocer bien la competición. Pero aunque difícil e innecesario es también divertido así que allá voy con mis apuestas sobre lo que creo que pasará, lo que sería sorprendente que pasara y lo que me gustaría como aficionado.

MVP de la temporada

Será: Lebron James. Tras rebajar su peso en casi diez kilos e inmerso en una misión de calado histórico, ni siquiera la monitorización de sus minutos anunciada por David Blatt le impedirá proclamarse con este galardón. Lebron es ahora mismo el mejor jugador de la NBA y así lo reconocerán los periodistas al final del mes de abril.

Podría ser: Lamarcus Aldridge. El cuatro más elegante, completo y distinguido de la competición es una “rara avis” que nos recuerda a los miembros de esa generación de maravillosos ala-pívots que nos dejó el cambio del milenio (Garnett, Duncan, Rasheed Wallace, Chris Webber). Bien rodeado por sus compañeros y en un entorno de trabajo y crecimiento bien podría firmar más de 25 puntos y 11 rebotes durante la temporada.

Me gustaría que fuera: Rajon Rondo. Aunque la temporada no comienza con buen pie debido a una fractura en la mano izquierda, hay pocos jugadores tan testarudos como él. Si se lo propone y está concentrado puede hacer jugar muy bien a unos Celtics que, aunque no van sobrados de talento, sí que tienen margen de progresión.

Rookie del año

Será: Jabari Parker. El pupilo de Coach K es el mayor talento de su promoción. Seguir a los Bucks entrenados por Jason Kidd tiene un aliciente fundamental: ver a este bailarín moverse sobre el parqué haciendo de todo en la cancha. Recuerda a Paul Pierce, pero puede alcanzar más altas cuotas aún.

Podría ser: Nerlens Noels. Fuera toda la temporada pasada por una lesión de rodilla, el jugador de Philadelphia pretende seguir los pasos de Blake Griffin e igualar su gesta.

Me gustaría que fuera: Marcus Smart. Una difícil infancia y un indomable carácter convierten a este producto de Oklahoma State en un auténtico luchador. La comparación salta a la vista con Isiah Thomas. Habrá que ver, claro, si además posee su talento.



Entrenador del año

Será: Steve Kerr. El viejo camarada de Jordan en los Bulls salta a los banquillos después de años sentando cátedra en televisión. Durante su carrera como jugador pudo aprender de Phil Jackson y Gregg Popovich. Si, como parece, es inteligente y sabe mover sus piezas, que no son pocas, puede conducir a los Warriors a la frontera de las sesenta victorias.

Podría ser: Erik Spoelstra. Todo lo que sea evitar una hecatombe tras la marcha de Lebron puede resultar positivo en Miami. Esto se dice, al menos, en los corrillos. Pero Riley y su joven padawan filipino tienen otros planes. Con la adición de Deng y la liberación de Bosh esperan estar entre los tres primeros equipos de la conferencia. Si lo logran, claro, Spoelstra debe ser candidato.

Me gustaría que fuera: David Blatt. Muy bien lo tiene que hacer el ex técnico de Maccabi para que los periodistas norteamericanos reconozcan sus méritos. Con la plantilla de que dispone será muy sencillo achacar todo lo bueno que pueda pasar al talento de Irving, Lebron, Love y compañía del mismo modo que cualquier mala racha será fácilmente explicada con un primer plano del entrenador.

Campeón de la Conferencia Este

Será: Cleveland Cavaliers. Puede que la adaptación sea difícil en un principio, pero para abril, si no hay lesiones de por medio, el talento habrá encontrado nexos de unión entre sí y motivaciones suficientes como para dejar a un lado el pernicioso empuje del ego.

Podría ser: Chicago Bulls. Si no es Cleveland, y más tras la lesión de Paul George, sólo puede ser Chicago. Los de la Ciudad del Viento dependerán de la salud de las rodillas de Rose, de la implicación y resistencia al envejecimiento de Gasol y de la capacidad de Thibodeau para ofrecer variedad en ataque. Con el corazón de Noah y Butler, con el tiro exterior de Dunleavy y con los buenos minutos desde el banco de Gibson y, quizá, de Mirotic, pueden contar.

Me gustaría que fuera: Más allá de la opción inviable de los Celtics mi corazón está con los Wizards, la penúltima oportunidad que ha decidido brindarse a sí mismo Paul Pierce para ganar un segundo anillo. Wall y Beal forman una dupla asesina que en nada desmerece a las mejores de la liga, como sucede también con la que integrán Nene y Gortat. Habrá que ver si la rotación es suficientemente buena y si Randy Wittman logra dar con la tecla.

Campeón de la Conferencia Oeste

Será: San Antonio Spurs. Hay tantos mecanismos aprendidos, tantos momentos de ocio compartidos, tantas sensaciones acumuladas a lo largo de los años que me resulta imposible apostar contra ellos. Popovich conoce la fórmula y, aunque al hacerla pública la comparte, no hay nadie como él en la liga gestionando una plantilla.

Podría ser: Muchos, la verdad, Trail Blazers, Mavericks, Rockets, Thunder,... pero me quedo, siendo coherente con mi elección de técnico del año, con Golden State Warriors. Curry y Thompson han madurado y progresado este verano en torno a la protección de Coach K. Bogut empezará sano la temporada y Harrison Barnes ha llegado a octubre en su peso ideal. Todo son buenas noticias en este lado de la Bahía.

Me gustaría que fuera: En este caso voy a repetirme. Mi apuesta sentimental son los Warriors, el equipo más divertido de la liga que tiene, además, por exteriores, a dos de los maestros que los entrenadores utilizamos para enseñar fundamentos de técnica individual. Cuando uno ve a Klay Thompson salir de un bloqueo y tirar o a Stephen Curry generarse el espacio para hacer un lanzamiento piensa que el baloncesto es algo muy sencillo y, sin duda, una expresión artística de incalculable valor.

Para finalizar simplemente apuntar unos cuantos factores sobre los que focalizar la atención:

1. El regreso de Kobe Bryant. Tras luchar denodadamente para recuperarse de su lesión en el tendón de Aquiles, nadie puede dejar de admirar su tesón y su pasión por el juego. Ojalá vuelva a ser competitivo y a dejarnos muestras de su talento. El tiempo y el salario que ha decidido cobrar, juegan en su contra si de ganar el sexto anillo se trata.

2. Phil Jackson y Derek Fisher en los Knicks. La Ciudad que nunca Duerme lleva varios años achacando este maldito insomnio al juego de sus Knicks. No esperen milagros en tan poco tiempo, pero sí criterio y coherencia en la toma de decisiones. Quizá vuelva a verdear el valle de aquí a unos pocos años.

3. Los españoles en la NBA. Aunque no me interesa particularmente lo que pueda hacer el producto patrio en la mejor liga del mundo hay varios centros de atención relacionados con ellos. Uno es, sin duda, la no renovación de Ricky por los Wolves. No sé lo que debe ver el de El Masnou cuando se sitúa frente al espejo, pero yo no veo, y mira que lo he defendido, más que un buen organizador de juego que puede aspirar a cobrar, en el mejor de los casos, siete u ocho millones por temporada. No doce. Buscarán opciones de anillo, por su parte, los dos hermanos Gasol (y Mirotic si lo tomamos por español) e Ibaka y tratará de acomodarse a jugar en Nueva York el bueno de José Manuel Calderón. De Claver mejor ni hablar.

4. La primera temporada completa de Adam Silver. El nuevo comisionado ha llegado con ganas de renovar un producto que funciona a las mil maravillas. Quizá tenga razón y esto no pueda mantenerse sin introducir cambios, pero desde aquí le ruego que tenga un poso de prudencia y tranquilidad. No haga nada, señor Silver, para tener que dar luego marcha atrás.

Disfruten y no se olviden de dormir. I love this game!




UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

Como un buen Celtic





Como un buen Celtic, orgulloso y testarudo, Rajon Rondo se presentó en la sesión de tiro del equipo el mismo domingo por la mañana con una bolsa de hielo alrededor de su muslo derecho. Doc Rivers y todos los miembros del staff técnico pensaban que se trataba de una sobrecarga en el cuádriceps y no se preocuparon en exceso por la salud de su base. Fue entonces cuando Brian McKeon, el especialista en dar malas noticias, le comentó al entrenador su particular impresión acerca de la rodilla derecha del siempre genial Rajon Rondo. Ligamento cruzado anterior. Baja para toda la temporada.

El número 9 de los Celtics, entre incrédulo y apesadumbrado, quiso resistirse a aceptar el diagnóstico. “No me duele demasiado como para que sea el ligamento cruzado”. Aun así, veinticuatro minutos antes de que comenzara uno de los duelos más esperados por la afición del TD Garden, Rondo asumió que no estaba bien y acudió al hospital para hacerse unas pruebas. Tras éstas, y de regreso a la instalación deportiva, un periodista le detuvo y le dijo: “Ey Rajon, están anunciando que tienes el ligamento cruzado anterior roto y que eres baja para toda la temporada”. Ofendido, éste le respondió: “Si ni siquiera se conoce el resultado”.

El resultado fue el esperado. No hubo sorpresas. La lesión se produjo durante el partido anterior en Atlanta y aun así se mantuvo durante doce minutos en pista con el ligamento destrozado. Otros lo habían hecho antes, pero aun así su esfuerzo no deja de sorprender. No, al menos, a su entrenador, quien recuerda cómo vivió esta misma pesadilla en sus años como jugador: “Caí al suelo y permanecí llorando unos cuantos segundos como si fuera un bebé”. No hubo lágrimas, en cambio, para Rondo, quien terminó de firmar en Atlanta el que será el último triple doble de la temporada y el último en unos cuantos meses.

Ahora que Ricky Rubio está en pleno proceso de recuperar sensaciones y a poco más de un mes para que Derrick Rose regrese a las pistas para volver a aprender a jugar al baloncesto, otro ligamento roto se ha empeñado en dejarnos sin uno de los jugadores más espectaculares del campeonato. En este caso, el ejemplo a seguir ha de ser el de Blake Griffin, quien no pudo disputar ni un solo partido en el que iba a ser su año rookie para regresar con más fuerza y ambición hasta convertirse en uno de los mejores jugadores interiores del campeonato. 



La lesión de Rondo ha caído como una daga en el corazón de los aficionados de los Celtics. Sin embargo, la victoria de ayer ante Miami nos enseña, una vez más, que la fe en uno mismo es un eficaz antídoto contra los infortunios. Sin embargo, hasta el más optimista seguidor del equipo puede adivinar que la temporada ha tocado a su fin. Pierce y Garnett tirarán de orgullo, pero el depósito de gasolina está a punto de quedar agotado. Sin su guía estos Celtics que ya navegaban a la deriva serán presa fácil para los cocos de la conferencia. Danny Ainge moverá el mercado, pero hay poco que ofrecer. Y no, a los que presumimos de ser verdes y de sentir como tal, no nos gusta la idea de ver a Pierce terminar su carrera en Memphis. Graceland será un santuario para los amantes de la música, pero un cementerio de lo más vulgar para las estrellas del baloncesto. La carrera del 34 debe terminar donde empezó, en las antípodas de lo que dictaba su corazón, en el polo opuesto del lugar donde se crió. Y es que este chico que aprendió a vivir en Inglewood, uno de los barrios más peligrosos de Los Ángeles, se ha hecho un hombre y una estrella jugando para los Celtics, elevando el nivel de su juego cuando las cosas más se torcían para su equipo. Ayer, en un partido agónico, rodeado de circunstancias extrañas y con Ray Allen de regreso enfundado en una camiseta que huele a traición, Paul Pierce firmó un triple doble y condujo a su equipo a una fantástica victoria ante los poseedores del anillo.

Garnett y Pierce se encargarán de que no haya lamentos ni autocomplacencia, de que en cada sesión de entrenamiento de los Boston Celtics se respire optimismo y disciplina. Con su sudor y su sangre les recordarán a los compañeros que sobre el parqué que tienen la suerte de pisar en cada noche de partido se hicieron un nombre Cousy, Russell, Havlicek, Cowens, Bird, McHale y tantos otros. Y es que no basta con ser un Celtic. Lo demostró Rondo con su testarudez y amor infinito a ese trébol de tres hojas. Hay que actuar como un buen Celtic. Y eso es mucho decir. 



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A propósito de Rondo





Al más puro estilo Adolfo Suárez, en una noche en la que los Celtics reciben a los Heat en un “todo o nada” para el equipo de la beantown, puedo contestar y contesto a este post publicado en LaCrónica desde el Sofá que podéis leer aquí.

Lo hago porque me apetece, porque quiero y porque me da la gana. Lo hago porque Crónica desde el Sofá es un sitio de referencia para los amantes de este deporte y porque sé que sus gestores estarán encantados de leer una opinión diferente. Lo hago porque hablar de baloncesto, aunque sea a través de los dedos, es el mejor antídoto contra el veneno que amenaza con destruirnos disfrazado de prima de riesgo.

Discrepo. Discrepo cuando decís que Rondo no es el mejor base de la liga. Lo achacáis a la pobre eficiencia ofensiva de los Celtics en temporada regular y recordáis que se encuentra rodeado por tres futuros miembros del Salón de la Fama además de por un jugador notable como Brandon Bass. Conviene recordar que entre los tres futuros hall of famers suman 106 años. Garnett ha vivido de su tiro en suspensión hasta el último mes de temporada regular, Pierce empezó lesionado la campaña y Ray Allen la ha acabado apoyando su peso sobre un tobillo astillado. Ahora, tanto el “34” como el “20” siguen arrastrando molestias que les impiden rendir al cien por cien. El que probablemente iba a ser su mejor aliado, Jeff Green, se encuentra a la espera de saber si podrá volver a jugar después de ser operado de un aneurisma en la Aorta. El máximo asistente de la liga debe generar juego en media pista debido a los problemas en el rebote defensivo y a la falta de vocación de contraataque del resto de sus compañeros. Si Rondo contara con un Kevin Durant, un Luol Deng o un Lebron James al que ponerle el balón en transición esas 11,8 asistencias que viene promediando en playoffs serían 15.

En cuanto al elemento propagandístico de los triples dobles sólo os puedo dar la razón. Se trata más de un icono que de un verdadero medidor de rendimiento. No os la puedo dar, en cambio, cuando tratáis con demasiada ligereza la capacidad reboteadora de Rajon Rondo. Un base reboteador, defensivo como decís, es una bendición para un equipo. Cuando el point guard coge el rebote las calles se ocupan enseguida y los pívots pueden forzar el balance llegando antes que sus respectivos pares, acostumbrados a dificultar el primer pase de contraataque. El rebote no sólo te da posesiones extra y se las quita al rival. También te permite controlar el ritmo del partido y desgastarte menos física y mentalmente en defensa.

No sé si manejáis cifras para poner en duda la capacidad de Rondo para finalizar bajo aro o para afirmar que rehúsa el contacto. Lo que sé es que es uno de los jugadores más golpeados de la liga y, también, uno de los peor tratados por los colegiados. Aceptando que en ocasiones el ataque de los Celtics parece una tela de araña en la que se enredan los propios jugadores, sólo puedo decir que apagones los tienen todos los bases, más aún si como Rondo, se ven forzados a estar en cancha más de cuarenta minutos por partido. 



Rondo es diferente. Reconociendo el talento de los Chris Paul, Deron Williams o Derrick Rose, lo cierto es que en el pasado ya hubo jugadores como ellos buenos lectores del pick and roll e incisivos penetradores dotados de un buen tiro en suspensión. Sin embargo, muy pocos nombres se pueden asimilar al juego del “9” de los Celtics. No sólo exagera Magic. También lo hacen Bob Cousy, The Houdini of the Hardwood, o el propio Chris Webber. No es que quiera refugiarme en la autoridad de estos comentarios, es que coincido con quienes más saben de esto, con quienes conocen de primera mano lo difícil que es jugar en la actual NBA con 1,85 y una triste cinta por armadura y hacerlo como lo hace Rondo. A lo Sinatra. A su manera. 



Cuando la ventana del big three se cerraba apareció Rondo para abrir un portón. Cinco años después de que Allen, Pierce y Garnett se dieran el sí quiero, el cemento que ha impedido un divorcio prematuro lo pone Rondo. Bueno, Rondo en cuanto que prolongación de Doc Rivers sobre el parqué. No sé en qué lugar colocar la actuación del pasado miércoles. Sólo espero que antes de que acabe junio veamos algo parecido o aún mejor. Rondo es así, incosistentemente genial. Mucho más que un jugador de baloncesto. Y, por supuesto, el mejor base de la competición.

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Sacad las palmas y los ramos



La ciudad del Viento ha encontrado a su nuevo Dios Eolo. Después de 13 años desde que su Majestad (The Royal Airness) abandonara la ciudad tras cosechar su sexto anillo, Chicago ya tiene nuevo señor al que adorar y rendir pleitesía. El único favorito para obtener el MVP se doctoró en la noche de ayer para remontar un partido que se había vuelto harto complicado gracias a una buena actuación de unos Pacers liderados por Danny Granger y Tyler Hansbrough también conocido como Psycho.

El mismo tipo capaz de hacer un 0 de 9 desde la línea de tres fue capaz de plantarse 21 veces en la línea de tiros libres para meter 19. Dio seis asistencias, cogió seis rebotes y puso tres tapones. Su capacidad de salto le permite planear en el aire mientras decide cuántos rectificados hacer antes de absorber el contacto y lograr el dos más uno. Le preguntaban a Jalen Rose ("el electricista" para Montes) durante la retransmisión de la TNT si había conocido a algún jugador con tal capacidad para llegar debajo del aro y sólo supo mencionar a Isiah Thomas, aunque éste lo lograra de una forma menos poderosa echando mano de su sublime habilidad para manejar el balón.

Ya lo decía Michael Jordan en un reciente homenaje. No habrá que esperar mucho tiempo para que los Bulls vuelvan a ganar un anillo. Pensaba en Rose, en ese base con cara de Winnie The Pooh que maravilló hace tres años en el torneo universitario llevando a los Tigers de Memphis a la final. Pero siento decirle a Jordan que mucho tienen que mejorar los actores de reparto para que los toros lleguen a la final. Sólo Deng respondió al desafío. Noah hace muy bien de Rodman, pero la referencia interior, Carlos Boozer, no da garantías a la hora de enfrentarse a un Kevin Garnett o a un Cris Bosh en rondas venideras.

Por su parte, los Heat también sufrieron para deshacerse de los Sixers sobre todo cuando James Jones, Mike Miller y Bibby querían montar su particular big three asumiendo demasiados tiros. Lebron y Wade se combinaron para un 10 de 27 pero aportaron en muchas otras facetas dejando patente la dimensión de jugador que representan. Los de Miami van a tener trabajo y es que se enfrentan al tal vez mejor defensor de perímetro de toda la liga, Andre Iguodala, quien con una actuación de 2 puntos casi consigue un doble doble de rebotes y asistencias. Hay que esperar que el novato número 2 del Draft, Evan Turner, pueda aportar más desde el banquillo si los de Collins quieren aspirar a dar la sorpresa.

En Orlando fue Howard quien voló más alto que nadie para conseguir una de esas actuaciones que ya anunciaba en la previa. No fue un 40-20, fue un 46-19 sólo acompañado de los 27 puntos de Nelson. Si el resto del equipo sólo anota 20 puntos y permiten a los Hawks anotar más del 50% de sus tiros mal pintan las cosas para el ayudante del ayudante, quiero decir, para Stan Van Gundy.

Por último, en Dallas, los Mavericks impusieron la veteranía y la calidad de sus dos mejores jugadores. Nowitzky y Jason Kidd brillaron con luz propia, pero fue su defensa la que propició la remontada ante unos Blazers que de tener a Roy y a Oden en plenas condiciones darían mucho que hablar.

Hay que añadir que el Perfumerías Avenida, jugando al tran tran y defendiendo tan sólo en los últimos instantes de cada partido, ya ha asegurado su plaza para la final de la Liga Femenina en la que tratará de conseguir un doblete histórico.

Fue una gran tarde de baloncesto que nos enseñó que hay equipos superiores e inferiores, que éste es un deporte de equipo, que los viejos rockeros nunca mueren y que esto son los playoffs y que todo lo anterior no cuenta. Ah, se me olvidaba, sacad los ramos y las palmas. Es Domingo de Ramos y en Chicago tienen nuevo mesías. Se llama Rose, Derrick Rose.

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