Yo, al
contrario que el eminente escritor naturalista francés, Émile Zola,
no acuso. No acuso en base a argumentos basados en la percepción,
salidos de las entrañas, vomitados en la propia barra de bar de la
que nunca debieron salir. El bronce de la selección española ha
abierto la veda y concedido el plácet, aunque no lo necesiten, a los
más feroces críticos, a las balas más hirientes de la escopeta
nacional. Balas que no están hechas de plata y sí de tópicos,
balas que encuentran en las redes sociales el camuflaje del anonimato
y el triste eco de unos pocos “retweets”.
Salgo en
la defensa del único responsable de esta presunta decepción, de
este bronce que visten de cobre los que ni siquiera se hubieran
conformado con un oro. Hablo de Orenga, el que estaba llamado a
ocupar la esquina inferior izquierda del retrato de los ganadores en
el caso de que se hubieran cumplido todos los pronósticos que nos
daban por vencedores sin bajar del autobús. El mismo que, sin
embargo, en una demostración de afán de notoriedad inconcebible, ha
querido reclamar para sí todos los focos y los dardos jugando a
perder al coaccionar el inmenso talento de Xavi Rey, Pablo Aguilar y
Germán Gabriel y al ofrecer, por contra, las llaves de la nave al
torpe de Marc Gasol, a un piernas como Sergio Rodríguez o a un
patoso como Rudy Fernández.
Dejo el
sarcasmo a un lado, recurso de pobres oradores, para defender el
trabajo del cuadro técnico de la selección. No entro a valorar la
oportunidad de su elección, ni siquiera el nepotismo que, según
muchos afirman, funciona en los altos cargos de la Federación. Creo
ser justo y prudente afirmando que hacía muchos años que no
presentábamos una escuadra de un potencial tan limitado. Sin un tres
clásico y sin un cuatro de entidad internacional se hizo necesario
recurrir a fórmulas poco ortodoxas, las que cualquier ser cuerdo
hubiera utilizado. Con sólo un escolta capacitado para anotar desde
todas las posiciones, Rudy, y cuatro bases (Ricky, Sergio Rodríguez,
Sergio Llull y Calderón) que cualquiera hubiera citado por estar
entre los ocho mejores jugadores disponibles, no quedaba otra que
recurrir a la fórmula del doble base. Por su parte, nuestro juego
interior era una fuga de agua constante. Con sólo un pívot de
garantías y descartada la opción de jugar cuatro contra cuatro, la
idea era acompañar a Marc de un jugador que le abriera espacios y se
aprovechara del sobremarcaje de éste sabiendo ganar las espaldas de
las ayudas. El mejor, aunque limitado en talento y experiencia, era y
es Víctor Claver, por muchos amigos que tenga Pablo Aguilar y por
muchas cervezas que haya tomado con la afición Germán Gabriel. Y
Víctor, que cumplió sobradamente en tareas de intendencia, no supo
tirar y meter el triple que debió tirar y meter contra Francia y,
por eso mismo, porque los rivales ya sabían de su apocado carácter,
tampoco pudo facilitarle la vida a Marc del mismo modo que lo hubiera
hecho un Mirotic o, por supuesto, un Jorge Garbajosa.
Demostrada
la correcta gestión de la plantilla, aunque pudo haber errores en
momentos clave de determinados encuentros (no aumentar la rotación
en el tercer cuarto contra Francia para llegar mejor al final),
procedo a hablar del estilo. Un estilo que volvió a ser reconocible
en cada encuentro, hubiera mayor o menor fortuna en el desenlace. El
equipo salió a cubrir a muerte las líneas de pase, a intentar
evitar toda posible inversión de balón, a mandar contra Marc a
cualquier osado exterior rival, es decir, a defender de manera
“proactiva”, como le gusta decir a los técnicos, y provocar de
esta manera errores que nos permitiesen correr y anotar al
contraataque. Así se hizo en la mayor parte de los encuentros, así
lo atestiguan los siete robos por partido, el 36,9% de acierto del
oponente y los tristes 62,8 puntos a los que redujimos, como
promedio, la ofensiva rival. Líderes en estas tres facetas, pocos
dudarán sobre el verdadero propósito de nuestra selección:
Defender. Defender y correr.
En el
ataque estático, más allá de sistemas cortos para meter balón
interior o un juego básico por conceptos que primaba las
triangulaciones “palo alto-palo bajo”, que diría el gran Manel,
se intentaron diseñar opciones de dos contra dos tras circulación
de balón. De Pick and Roll vivimos y morimos, es cierto, pero en
muchos de ellos, no los de infausto recuerdo en la prórroga contra
Francia, produjimos de manera voraz. Anotó Ricky tras bote, Sergio
atacando la ayuda de los hombres grandes. Anotó Marc, más
continuando hacia fuera que hacia dentro (en una tendencia natural
que no se ha inventado Orenga) y también se generaron buenas
ocasiones para anotar de tres. De hecho, sólo a través de un
agresivo juego de pick and roll y, también, a tenor de las rápidas
transiciones, se explica que un equipo sin tiradores puros obtuviera,
como obtuvo, el mejor porcentaje en tiros de tres de la competición
con un 39,1%. Y es que no sólo fuimos la mejor defensa, sino también
el mejor ataque (en puntos anotados). Y el más bonito, si me apuran
y aceptan como argumento el número de asistencias como botón de
muestra de que se jugó rápido y se atacó de manera generosa (como
gusta, ¿verdad?).
Hablemos
ahora de la dirección de grupo, de las declaraciones altisonantes de
unos o del malestar de los otros. Ah no, que lo primero sucedió en
el Europeo de Polonia (declaraciones de Marc tras fallar Sergio Llull
una canasta ganadora frente a Turquía) y lo segundo en Pekín
(Navarro con Aíto). El estilo de dirección y liderazgo de Orenga
puede ser discutible, pero no miente a nadie cuando se autoafirma
como entrenador de jugadores, cuando es humilde y se muestra
accesible a las aportaciones de los que están viviendo el basket
desde dentro. De este espíritu cooperativo y colectivista algunos
deducen que es un “minga fría” o que le falta autoridad. Y luego
nos extrañamos cuando suceden ciertas cosas... En fin, que lo
habríamos hecho mucho mejor con Ivanovic, Maljkovic o Ivkovic, que
además de autoridad tienen experiencia.
Ha sido
la experiencia tema manido en todas las conversaciones sobre la
selección. Esa misma experiencia que a tantos jóvenes exaspera por
ser el motivo de su no contratación, esa misma experiencia que no se
puede adquirir si te vetan por no tener experiencia. Pero en fin, de
esta paradoja no se ocupan quienes mantienen este discurso. Ahora
bien, ¿qué clase de experiencia requerían? Porque quien atesora
partidos en el currículum acumula victorias y derrotas, es decir,
sabe ganar y sabe perder. En fin, que no sé por qué se valora tanto
este hecho, que Guardiola llegó de un tercera para convertir al
Barça en uno de los mejores equipos de la historia y Mourinho de
ganar la Copa de Europa con el Inter para convertir al mejor club del siglo XX en una tasca inmunda. Por poner un ejemplo. Además,
Orenga ya venía curtido en el trabajo con selecciones inferiores, ya
sabía lo que es trabajar en dos meses, los objetivos que se pueden
alcanzar y los que no. Un entrenador de club debería aclimatarse a
estas exigencias, reducir su planificación habitual a un trabajo
comprimido al que no todos se adaptan. Pero en fin, vilipendien, que
es gratis.
Vilipendien
y arrastren la conversación hacia la figura del entrenador, incurran
en una nueva contradicción, aquella en la que se enredan los que
afirman que a este grupo lo entrenaría cualquiera, que estos tíos
juegan solos, que ganarían sin entrenador para luego pasarse horas y
horas criticando a esta figura de pega, a este guiñol que sólo
interesa cuando se pierde. Pero tienen razón, éste como tantos
otros, es un deporte de jugadores. Ellos son los que deciden, los que
ejecutan y determinan el destino de un equipo y las conversaciones de
un país. Y en este Europeo, por razones varias, faltaron varios de
los mejores. Y por eso fuimos más vulnerables, y por eso se
redujeron las opciones, y por eso, porque no estaban, el bronce tiene
mérito, un mérito que es, sobre todo, de los que sí estuvieron. Un
mérito al que los entrenadores contribuyeron con un saber hacer que
no merece tantas y tan injustas consideraciones, tantos y tan
visitados clichés.
ENHORABUENA
A ESPAÑA POR ESTE BRONCE. UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS.