71-58.
Victoria para el MyWigo sobre Planasa Navarra y fin del periplo
semanal por Valladolid. Los chicos de Porfirio Fisac ganaron “el
partido de la dignidad”, tal y como lo había etiquetado el técnico
segoviano a raíz de las dificultades económicas que atraviesan (los
empleados del club llevan cinco meses sin cobrar). Todo lo trabajado
durante la semana se vio durante el partido. El cuerpo técnico
ofreció soluciones y los jugadores se sacrificaron para tomarlas y
poder aplicarlas luego. Todo empieza por el respeto mutuo y la
honestidad, prefijada como regla principal de toda relación
profesional.
No
quiero incidir demasiado en la cuestión económica pues la noticia
ya ha saltado a la primera plana de la actualidad deportiva dentro,
claro, del reducido círculo en el que se mueve el baloncesto en
comparación con el gran circo del fútbol. Mientras numerosos
proyectos mueren agotados en la cuneta, España, como sociedad, ha
decidido que su coliseo sea el estadio de fútbol y que los nuevos
mimos sean los famosillos que venden su intimidad o los “youtubers”
que dicen nada. Todo un drama, sin duda, para el resto de deportes,
para la cultura con mayúsculas (música, literatura, pintura,
diseño, teatro,...) y para la educación de nuestros jóvenes. Lo
llaman progreso.
A
nivel personal me llevo numerosos apuntes. Los accesorios, en forma
de sistemas, ejercicios o dinámicas. Los fundamentales, sobre
gestión de grupos, control emocional, comunicación y dirección de
equipo. Porfirio Fisac demostró conocer al dedillo su deporte y aún
mejor, con más detalle, las cualidades de todos sus jugadores. En lo
deportivo y en lo personal. Esa es, sin duda, la mejor lección que
me llevo. No se puede triunfar sin explotar al máximo lo que tienes,
extrayendo de cada miembro de tu equipo todo su potencial.
Desde
aquí, Salamanca, agradecer la amabilidad con la que nos recibieron a
pesar de lo conflictivo del contexto. No se nos ocultó nada y se nos
glosó todo aquello para lo que necesitamos una explicación.
Confirmé, sin dudarlo, que el cuerpo técnico de Valladolid es de
élite, aunque no cobre, y que lo profesional no tiene nada que ver
con la remuneración, sino con poner el alma en cada minuto de
sesión, en cada planificación o montaje de scouting.
Seguía
al Forum cuando era un niño. Disfruté mucho viendo a Oscar Schmidt
enchufarlas sin despeinarse. Allí estaba también Lalo García, el
capitán, desaparecido desde hace tres días. Corren revueltas las
aguas del Pisuerga. Ojalá Lalo esté bien. Ojalá no haya perdido la
esperanza de que su Valladolid pueda saldar su deuda y recuperar su
vieja gloria.
Aquí
estoy, de vuelta en Valladolid, tomando el siempre reparador sol de
marzo mientras las nubes dibujan quiebros sobre el cielo antes azul
de la meseta. No, no se trata de una evasión programada, ni ando
persiguiendo los pasos de Zorrilla tratando de aprender el arte de
seducción de su Don Juan. Ni siquiera se trata de recordar lo bien
que lo pasé, lo pasamos, aquel verano de 2012 cursando el nivel IIde entrenador. Aunque sí, claro, de baloncesto.
La
Asociación de Entrenadores Españoles de Baloncesto, AEEB, programa
anualmente, y ya van nueve, semanas de prácticas en equipos
profesionales pensadas para quienes aspiramos, algún día, a ocupar
un banquillo de esta enjundia. En ella se nos otorga el derecho de
asistir en primera fila a las sesiones de los equipos y el de
entablar, esto depende de la predisposición de cada cuadro técnico,
un fértil diálogo con los entrenadores del club, esos
supervivientes de unos banquillos, los de las ligas profesionales en
España, cada vez más cotizados por su escasez.
Precisamente
el cuerpo técnico del Mywigo Valladolid es uno de los principales
alicientes de este hito en el camino. Porfirio Fisac, entrenador
principal; Iñaki Martín, entrenador ayudante y Javier Hernández
Bello, preparador físico (mucho más, en realidad) junto con algunos
nombres que no cito por mi desconocimiento (fisio, delegado,
médico,...), conforman un grupo de élite del que muy pocos equipos
de la segunda categoría española pueden presumir. De la segunda y
de la primera, en realidad. Y no, no son buenas palabras.
Es
un hecho concluido a partir del estudio de sus largas y dilatadas
trayectorias y, también, cómo no, un juicio basado en los contados
contactos que ya había mantenido con ellos en diferentes cursos y
charlas para entrenadores. Porfi, por personalizar en la cabeza
visible del proyecto, siempre me ha gustado por la honestidad que
destilan sus palabras y por la aún mayor con la que acompaña cada
una de sus actuaciones. Entrenador de moda tras colar, literalmente,
a un modesto equipo en la Copa del Rey de 2011, también el olvido se
cernió como una alargada sombra sobre él, pese a que uno tenga la
impresión (contrastada a la vista de alguna de sus decisiones) de
que a Porfi, más que un jugoso contrato lo que le interesa es gozar
de la autonomía y la libertad suficientes para desempeñar el
trabajo que ama a su aire evitando, así, convertirse, en otro
esclavo más de su profesión. De momento, hoy, el primer día, no
pudo estar más atento con nosotros. Gracias.
El
lógico compromiso de confidencialidad hace que muchas de las
lecciones que me lleve deban quedar solo para mí. Sin embargo, allá
cuando culmine la semana, me comprometo a contaros lo que me inspiró,
desde un punto de vista personal, esta experiencia en el borde de los
banquillos de un conjunto profesional. Espero que disfrutéis de ese
futuro relato, como yo lo haré recopilando sensaciones y
aprendizajes en el centro mismo del corazón de Castilla. Bajo un sol
que no quema.
En el
arte pictórico y escultórico, también a nivel político y
filosófico, es habitual que surjan escuelas, líneas de trabajo y
pensamiento que se encauzan e incardinan a partir de la figura de un
maestro. Un maestro, generalmente de edad avanzada que, sintiéndose
agraciado por haber acumulado múltiples dones, entiende que la mejor
manera de culminar su presencia en este mundo es compartirlos con sus
alumnos o discípulos. Éstos, a su vez, transmiten y actualizan el
legado presumiendo de la procedencia de este saber esotérico y, sin
duda alguna, cualificado.
Sin
embargo, en la enseñanza, la literatura (a pesar de los talleres y
de los libros de encargo que no te cuentan nada nuevo), también en
el cine (hasta que alguien me desmienta) y, por supuesto, en el mundo
del entrenamiento deportivo, aunque existan líneas de trabajo
conjuntas y profesores generosos con los que estamos empezando,
predominan posturas de corte individualista, un cierto celo, en
definitiva, a hacer extensibles métodos que han sido el fruto de
muchas horas de trabajo, frutos que, por esto mismo, no deben ser
vendidos al mejor postor o, peor aún, caer en manos inexpertas que
los moldeen con torpeza haciéndoles perder su sentido.
Lógicamente,
en el siglo XXI la información ya no transita por canales tan
rudimentarios (y románticos) ni se alimenta únicamente de las
fuentes sabias y expertas de los eruditos. Ahora es fácil acceder a
la información, encontrar modelos de ejercicios, hablo de
baloncesto, y planteamientos filosóficos en abstracto. Sin embargo,
después de mucho rastrear en la web puedo aseguraros que pocas
fuentes incluyen respuestas a alguna de las preguntas más básicas
que todo entrenador debe formularse cuando está empezando. Es decir,
qué, cómo, cuándo, para qué y por qué. Especialmente estas dos
últimas, las claves en definitiva de un proceso que debe tener una
sistemática y una lógica interna, aunque luego se lo vendamos a los
jugadores de una manera atractiva gracias a esa facultad tan poco
extendida que es la creatividad.
Pero
no todo tiene que ver con el celo del poseedor del grial, con las
resistencias a hacer público el saber acumulado durante años de
estudio y aplicación. Comparten, compartimos, la culpa todos
aquellos aquejados por ese mal tan común de este y otros tiempos, de
esta y otras edades, que es la falta de humildad, el engreimiento
que, revestido de intrepidez, nos lleva a elaborar afirmaciones tan
necias como “qué me van a contar que no sepa” o “si a esto
puedo acceder fácilmente a través de Internet”.
Sea
como fuere, en Salamanca, ciudad de provincias donde las haya por
mucho que su universidad presuma de excelencia y carácter
internacional mientras imparte clases magistrales de dudoso valor e
implanta “el método de Bolonia” a pedradas, los que amamos el
entrenamiento en baloncesto estamos de enhorabuena.
Durante
el pasado fin de semana, el Club Baloncesto Tormes, referencia en el
ámbito masculino dentro de la ciudad, organizó unas charlas que
incluyeron la presencia de entrenadores consagrados con currículums
que hablan por sí solos. No dejan de ser charlas magistrales,
pensadas para el entrenamiento en formación, con un modelo un tanto
cerrado que coarta en cierta medida la participación activa del
auditorio (ya saben, preguntas al final), pero, aun así, qué
afortunados fuimos de poder estar allí, aprendiendo de todos ellos,
observando las grandes líneas de su mensaje, pero también los
pequeños detalles, no tanto los qués, sino los cómos.
Especialmente
interesante, al menos desde mi punto de vista, fue la sesión
monográfica que José Manuel Beirán, plata olímpica en Los
Ángeles, nos impartió sobre el fundamento más importante del
baloncesto de siempre y, más aún, del actual: el tiro. Los hombres
altos son cada vez más altos, los defensores cada vez más rápidos,
los scoutings cada vez más minuciosos y, sin embargo, o por esto
mismo, los grandes tiradores siguen teniendo un hueco privilegiado en
las plantillas y en los sistemas ofensivos de los equipos de
baloncesto. El tirador, además, es una rara avis, una especie en
peligro de extinción que debemos cuidar, aunque sólo sea por hacer
del baloncesto un deporte más diverso.
Pero
no se terminaron las buenas noticias para quienes aún creemos que
está todo por hacer. El C.B. Santa Marta organiza, el próximo 1 de
marzo, un taller con el sugerente nombre de “Desata el talento de
tu equipo”. Como es bien sabido, dominar el arte (oficio, práctica,
trabajo, como queráis) del entrenamiento rebasa los ámbitos de la
preparación física, técnica y táctica. Trabajar la mentalidad de
los jugadores, controlar la dinámica del grupo, saber llevar los
tiempos y encontrar lugares de encuentro con la plantilla son
cualidades que todo buen entrenador debe conocer y, en la medida de
lo posible, dominar (pincha en la imagen si quieres acceder a más información).
Agradeciendo
a ambos clubes el que nos brinden esta oportunidad, me despido
lanzando un último ruego, una llamada a la colaboración entre todos
los que nos dedicamos en mayor o menor medida al mundo del baloncesto
para generar un estado de armonía y cooperación que, sin necesidad
de pasar por el filtro de asociaciones o clubes, repercuta en una
mejora generalizada de la calidad de los entrenamientos. Nuestros
jugadores, aunque no siempre lo expresen o, aunque, incluso, no se
percaten, nos lo agradecerán.
Es todo tan extraño. En una sociedad marcada por las etiquetas y en un deporte cada vez más profesional en el que las diferencias entre los grandes y los pequeños, los escapados y el pelotón son cada vez mayores, sorprende la irrupción de figuras y equipos que, sin saber muy bien cómo, rivalizan desde la humildad y el trabajo con los tiranos de los diferentes deportes.
Como este blog está dedicado al baloncesto tres nombres van a concentrar la atención de este artículo. En menos de un año natural tres equipos han sorprendido o lo siguen haciendo en diferentes competiciones y con diferentes objetivos.
En la Liga Universitaria, durante la deliciosa locura de marzo de 2010, los Bulldogs de Butler alcanzaron la final con el único aval de estar ubicada en uno de los santuarios de nuestro deporte, Indiana. Sus 4.500 alumnos son el menor número de estudiantes de un College que alcanza tales cotas en un Torneo Final de la NCAA. Los representantes de la Horizon League pusieron a la mítica Duke con su fantástico programa de baloncesto contra las cuerdas con un baloncesto colectivo claramente inspirado en la figura de su entrenador Brad Stevens quien, codiciado por numerosas universidades de prestigio, prefirió extender su contrato con este modesto centro que nunca reclutará a los John Wall o Derrick Rose de turno, pero que sí le dotará de total libertad para confeccionar plantillas a su medida en las que el trabajo y la buena actitud serán las únicas claves de futuros éxitos.
Para evaluar con perspectiva el tamaño del logro de este equipo baste con mencionar que este año son quintos de su división y que su mejor jugador, Gordon Hayward, pese a ser una elección alta del draft no juega más de siete minutos por partido en los Jazz de Utah.
Del mesetario estado de Indiana al costero de Oregón median más de 3.000 kilómetros, pero en la bahía de Portland nos encontramos con otro tipo capaz de abrir las aguas del océano. Habitualmente fustigado por los medios de comunicación en España Nate McMillan es un maestro en la regla del "menos por menos es más". Tras limpiar los últimos restos de los Jail Blazers, el conocido por Montes como "el espíritu de la bahía" (por la bahía de Seattle donde jugó muchos años) ha visto como la esperanzadora elección de Oden como número 1 del draft levanta constantes comparaciones con la de Sam Bowie en 1984 por delante de Jordan. Las lesiones del pívot de Ohio State han impedido que podamos medir su talento y las odiosas comparaciones con Durant seguro que a veces le impiden conciliar el sueño a Paul Allen, el multimillonario dueño de la franquicia. Si a eso le añadimos las dolencias crónicas de rodilla del líder natural del equipo, Brandon Roy, muchos estarían en disposición de asegurar que estamos ante uno de los peores equipos de la liga. Pero no.
Con LaMarcus Aldridge injustamente fuera del All Star (lo siento Pau, pero las cosas claras), con Wesley Matthews encestando lo que no mete ni siquiera entrenando en el patio de su casa y con un Andre Miller al que muchas voces han querido ver fuera del equipo los Blazers son ahora el octavo equipo de una conferencia floja por arriba, pero muy potente en su clase media. Además, Rudy ha ido captando el mensaje y sabe que tendrá que agachar el culo y entrenar fuerte todos los días para ganarse el puesto en una franquicia que desde que llegó McMillan se aferra al código militar para sobrevivir a los castigos divinos en forma de lesión. Y qué mérito tienen.
En Valladolid, en cambio, el código a seguir es el que dicta el nuevo profeta del baloncesto en Castilla y León: Porfirio Fisac. El segoviano, y que me perdonen los puristas, está haciendo parecer pequeños los logros de otros castellano leoneses de postín en lo que a materia de banquillos se refiere. Y no son nombres sin peso los de Gustavo Aranzana, Francisco García o Moncho Monsalve.
Sin embargo, coger a un equipo en liga LEB destrozado financieramente tras el timo de la estampita (nunca mejor dicho) de Forum Filatélica, subirlo con el discurso del trabajo diario y la única religión de las camisetas empapadas de sudor y los sistemas defensivos aprendidos al dedillo, mantenerlo en ACB ante maquinarias mucho más poderosas y, al tercer año, situarlo en Copa del Rey y tercero de la liga tras veinte jornadas ha de despejar las dudas de los más escépticos y generar enorme ilusión entre los que a Dios no nos ha dotado de ningún talento sobrenatural.
Yo, desde ya, me subo al carro de esas universidades pequeñas, de esos EQUIPOS de NBA que maximizan lo poco que tienen y de esas pequeñas historias en las que la humildad y la fuerza de corazón se rebelan ante la hegemonía del papel moneda y los avales bancarios. ¿Os subís también vosotros?
Juan José Nieto Lobato. Licenciado en Geografía, master de profesorado de secundaria y bachillerato, máster en Creación Literaria por la Universidad de Salamanca y Doctor en didáctica de la escritura creativa también en esta universidad. Autor de dos libros de relatos, Hasta que la noche nos alcance y Madrid, Nueva York, Logroño, y autor también de Individual o Zona, selección de artículos e historias sobre baloncesto. Entrenador superior de baloncesto (CES 2014), con experiencia como ayudante en Primera FEB y como entrenador principal en Tercera FEB. Te invito a conocer más en mi página web personal: http://jjnieto.com