Llegué al basket
como llegaba cualquier otro niño, o tal vez no. En mi cabeza se mezclan locuciones de
Barthe y Trecet, canastas demasiado altas como para querer ser Arlauckas (en
duelo directo frente a mi amigo Mario, alias Tanoka Beard) o imágenes difusas de
partidos callejeros entre jugadores malos y muy malos que a mí me parecían
buenos y muy buenos. Llegué al basket, en definitiva, sin empujón previo ni
invitación oficial, como un oyente y un voyeur que no acababa de
entender lo que ocurría, pero que no tardaría en soñar con ser Raül López
mientras jugaba a ser Luis Amado, portero de Caja Segovia y luego de Interviú,
cuando las cajas y las revistas para adultos, también las canchas callejeras,
aún ocupaban un lugar importante en nuestras vidas de barrio, pequeños
submundos donde aún reinaban códigos más propios del Western o del
Medievo y uno se las apañaba para sobrevivir intentando demostrar habilidad en
lo que fuera, incluso en el baloncesto, para evitar ser la diana de las burlas o el
señalado por incompetente o distinto.
Hay algo de esa
nostalgia en Individual o Zona, el blog, que también verán en Individual
o Zona (Ediciones en Huida, 2024), el libro que pronto saldrá a la venta y
que recopila, selecciona, ordena y cataloga en cinco capítulos catorce años de
artículos, crónicas, reportajes y entradas de diario surgidas casi siempre del
impulso primigenio de exprimir la anécdota hasta adquirir una enseñanza, una
teoría que me siga permitiendo comprender realidades tan complejas como los 44
tiros libres que lanzó el rival del pasado domingo (frente a nuestros 19) o por
qué sigo ocupando los mejores años de nuestras vidas tratando de entender la
naturaleza humana a través de un deporte que cada vez me representa menos,
asido como está a su faceta de negocio/espectáculo o a la pequeña rendición de
cuentas frente a una sociedad que ha dejado de lado la educación y aborda cualquier
actividad como si se tratara de una compraventa.
Si les digo la
verdad, del baloncesto me interesa más su papel, no siempre buscado, de reflejo
de la sociedad, de fotografía en color, o blanco y negro, de momentos clave de
nuestra historia. De ahí que el libro recoja gran parte de los artículos que
dediqué a algunas figuras que trascendieron el 28x15, de hombres y mujeres que planearon
muy por encima del parqué y sus miserias. Y, ya saben, hice caso de aquellas
sabias palabras que se pronuncian en El hombre que mató a Liberty Valance (John
Ford, 1962): cuando la leyenda se convierte en realidad, imprime la leyenda.
Del mismo modo, si
les da por hojear sus páginas, verán que también abordo dos aspectos que me han
interesado: el hecho deportivo y la teoría del entrenamiento. El primero en su
faceta sociológica y filosófica; el segundo, como aprendiz en prácticas que
sigo siendo de un campo que, como les digo, me resulta cada vez más ajeno, pero
con el que me sigo peleando para evitar preguntas incómodas sobre mi identidad
o mi sustento. Es decir, treinta años después, aquel niño que intentaba jugar
lo mejor posible para sobrevivir en la selva de un barrio de Salamanca sigue
haciendo baloncesto para mantenerse en pie en la jungla de asfalto del
institucionalismo y las convenciones. No hemos cambiado tanto.
Así que no puedo
concluir otra cosa: el baloncesto sigue siendo una parte fundamental de mi vida
porque me salva y, a pesar de todo, me abriga y cobija de la intemperie. Y
quiero pensar que sigue teniendo sentido dedicar los mejores años de nuestras
vidas a transformar, aunque sea mínimamente y a poder ser para bien, los
caracteres y las mentalidades de las futuras generaciones, aun con el riesgo de
que asuman las nuestras, temblorosas y dubitativas, necesitadas del abrazo del
baloncesto para mantenerse firmes y en pie. Y no siempre.
*Individual o
Zona estará próximamente a la venta tanto en la web de Ediciones en Huida como
en diferentes librerías a lo largo y ancho de la geografía española.
UN ABRAZO Y BUEN
BALONCESTO PARA TODOS