De hombres a dioses, de dioses a...

 



Ya es oficial: Sergio Scariolo reemplazará a Chus Mateo en el banquillo del Real Madrid. El entrenador italiano regresa a la que fue su casa hace veintidós años, punto final de un período de tres temporadas en el que consiguió una liga. Es cierto, en aquel tiempo la sección atravesaba un vasto desierto en el marco de una crisis que llegó a poner en entredicho su existencia, pero, también es cierto, aquel bagaje es muy inferior al que ha atesorado en estos años Chus Mateo. El todavía seleccionador nacional entró en el club blanco de la mano de Lorenzo Sanz para, a continuación, tras la derrota electoral de este, ser refrendado por Florentino Pérez, quien lo despediría dos años después.

 

Precisamente, aunque sea de manera delegada o indirecta, a través de un equipo de colaboradores con Sergio Rodríguez a la cabeza del proyecto deportivo, Florentino Pérez es quien nuevamente lo contrata argumentando, supongo, que un cambio es necesario, que el periplo de Chus Mateo como continuador, de alguna manera, de la forma de conducir la sección de Pablo Laso (de quien actuó como ayudante ocho años consecutivos) ha concluido. Ello aunque los matices hayan sido evidentes y Chus haya desarrollado su trabajo con un guion y un estilo propios, amén de con muy buenos resultados, más aún teniendo en cuenta el ascenso de proyectos deportivos como Valencia Basket o Unicaja de Málaga, que asisten a un floreciente renacer que ha puesto en entredicho la bicefalia Madrid-Barça.

 

Según Perplexity, plataforma de inteligencia artificial que combina la potencia de modelos de lenguaje de última generación con búsquedas en tiempo real en la web según sus propias palabras, la permanencia media de los CEO de las grandes empresas internacionales oscila entre los cinco y los siete años, variando según los contextos. En orquestas de primer nivel internacional ─como el Real Madrid─ la duración de sus directores al frente de ellas oscila entre los 5 y 15 años, habiendo mucha mayor variabilidad que en el caso anterior y siendo extremo el ejemplo de Herbert Von Karajan, quien estuvo 35 años al frente de la Filarmónica de Berlín, hasta la fecha de su muerte en 1989.

 

Sin embargo, la duración promedio de los primeros entrenadores en la liga Endesa es de entre una y tres temporadas, cifras solo comparables a las de las compañías de teatro, donde una alta movilidad conduce a una alta rotación, pero aun así la IA nos dice, a falta de poder contrastar los datos, que los directores de teatro suelen estar en sus cargos entre tres y cinco años. ¿A qué conclusión podríamos llegar? Quizá, acaso, a que el rol del entrenador es más bien el de un subordinado, un encargado de un área concreta de rendimiento, lo que impediría su equiparación a CEO´s, directores de orquesta o teatro. Sin embargo, mi experiencia e intuición me dicen que estas diferencias no tienen tanto que ver con el cargo (tanto CEO´s como directores de orquesta, cine o teatro rinden cuentas a sus jefes) como con el campo o área de actuación, este sí particular y diferente: el baloncesto, el deporte de alto rendimiento, el nuevo circo romano.

 

Parece evidente que la alta competición deportiva y su evidente repercusión mediática acelera los procesos de destitución, sustitución, reposición y deposición de todos los actores que intervienen, siendo la del entrenador la figura más vulnerable y trascendente, pues tal es la confianza que se tiene en el advenimiento de un nuevo técnico, lo que nos convierte en contingentes y necesarios al mismo tiempo, máxima cuerdiana por excelencia. Aceptar ser entrenador es aceptar ser proclamado prescindible e imprescindible en función de los contextos y las circunstancias, hasta el extremo de poder ser despedido y contratado por la misma persona.

 

Esta suerte de contradicción se viene reproduciendo en el tiempo y alimenta también el personalismo de una figura, la del entrenador, que aparece especialmente realzada en el baloncesto europeo, donde los equipos siguen siendo de autor y el entrenador sigue siendo tan importante o más que los jugadores, hecho que no sucede en el baloncesto norteamericano, lo que se traduce incluso en los códigos de vestimenta. Enfundados en un buzo o sudadera cómoda, los actuales entrenadores de las franquicias NBA son jefes de personal, directores de un amplísimo y multifacético cuerpo técnico formado por especialistas en muchas y diferentes áreas. Su principal misión pasa por atesorar, filtrar, segmentar y seleccionar la información que le trasladan estos asesores y convencer a los jugadores, verdaderas estrellas del negocio, para que actúen conforme a estas conclusiones alcanzadas bajo el paraguas de la ciencia y a través de la reflexión colectiva.

 

El propio Sergio Scariolo experimentó este modelo en sus carnes, cuando como asistente de Toronto Raptors, equipo campeón de la NBA en la temporada 18-19, conoció de primera mano esta forma de trabajar, este formato horizontal de reparto de tareas y toma de decisiones y esto se notó en la forma de concebir su trabajo, y el de sus asistentes, en la selección española en un caso de importación y adopción claramente exitoso. Ahora parece haber convencido a Luis Guil para que lo acompañe, oferta irrechazable con la que al parecer no puede competir un puesto de la máxima responsabilidad en Palencia.

 

Este hecho, precisamente, en caso de confirmarse, hará que la duración en el cargo de Luis Guil no supere el año y medio, a pesar de la confianza renovada por el club tras el descenso, lo que nos lleva a concluir que esa fugacidad de los entrenadores en sus puestos tiene que ver también con su propia toma de decisiones en la búsqueda de nuevos retos o mejores contratos, lo que es lícito, faltaría más, pero impide igualmente esa continuidad que, a priori, parece buena consejera para la consolidación de los proyectos deportivos.

 

Redondeo esta entrada, como tantas otras veces, incapaz de alcanzar una síntesis o máxima aplicable a todos los casos. Es más, termino y pongo el punto final sin saber qué somos los entrenadores en el marco de este negocio: si directores de orquesta o de teatro, si CEO´s de una mediana empresa o curritos que visten de traje o buzo en función de su consideración profesional y la de su trabajo. Y no sabría decir, tampoco, si prefiero el modelo europeo de entrenadores jefe investidos de un saber esotérico y en posesión de la verdad, su verdad, o el de los jefes de personal cuyo nombre tantas veces desconozco y a los que me cuesta reconocer entre esa hilera de sabios que rodean a los jugadores en esas sociedades cooperativas que son los cuerpos técnicos y directivos de los equipos NBA.

 

Tanto es así que no descarto que, en la búsqueda de este sincretismo, en este, quizá, primer paso de la sección de baloncesto del Real Madrid hacia la NBA, Sergio Scariolo cuelgue sus trajes en el armario y se enfunde un cómodo chándal para situarse codo con codo con sus compañeros de trabajo, con los expertos en rendimiento, en técnica individual, en ataque, en defensa o en cortes de vídeo. Esto o que Chus Mateo coja la selección sin enterarnos, de manera silenciosa, e impregne de su modestia y buen hacer el trabajo de la selección española durante diez o doce años, o durante 35, a lo Herbert Von Karajan, mientras le llueven las críticas porque es un tío como nosotros, porque podríamos ser nosotros, porque nosotros podríamos hacerlo mejor. Claro.

 

UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS